Conferencia pronunciada el 25/01/07 por D. José Mª Adán García y organizada por la Asociación “Cardona Vives” de Castellón.

Per José María Adán García

Sr. Presidente y buen amigo Gonzalo Romero, señoras, señores y amigos todos.

Volver a Castellón produce en mi la profunda alegría de encontrarme en mi tierra, pues no en vano tengo mis raíces y mi nostalgia en Segorbe capital del valle del Palancia.

El que la Associacio cultural Cardona i Vives me haya invitado a hablarles, me produce un sentimiento doble de satisfacción y gratitud.

Gratitud también a mi gentil presentadora Dolores Miralles, que tan generosamente ha hecho referencia a mi modesta ejecutoria, y a todos vosotros amigos que habéis tenido el humor de venir a escucharme sobre un tema quizás árido.

Valencia, muchos siglos antes de la reconquista, tenía ya identidad diferenciada. Los iberos constituyeron sobre su territorio dos reinos tribales, pero cohesionados entre sí. Los edetanos desde el Turia hasta Tarragona y los contestanos desde el Turia hasta el Segura.

Valencia formó parte de la “diócesis” unitaria de Hispania. Una de las seis que formaban parte del Imperio romano creación política de Diocleciano. Segobriga fue capital de la Celtiberia. “Valentia” fue fundada por los veteranos de las legiones romanas. Sagunt fue aliada de Roma, Castellón fue antiguo “Castellá” árabe, teniendo como antecedente el asentamiento ibero-romano del Tossal de la Magdalena. Alicante fue Lucentum, asentamiento en el golfo Sinus Ilicitanum. La romanización de nuestra tierra fue profunda.

Valencia fue también reino musulmán desde los límites de Castellón con Aragón y Cataluña, hasta la raya con Murcia bajo el reinado de Abut Zeit in a Zaen.

Don Jaime, al conquistar Valencia la constituye en reino independiente. No sólo por convicción política, sino por sus características diferenciales anteriores.

Aplicó inicialmente a la mayor parte de los territorios conquistados el fuero de Zaragoza, preferido por el pueblo, y sólo minoritariamente “les costums de Lleida”.

Desde el principio el pueblo valenciano hizo patente su deseo de ser un reino independiente de Cataluña y Aragón, como de unificar monedas, leyes, pesas y medidas en todo el reino. Estas aspiraciones fueron reconocidas por Don Jaime.

En 1240 dicta “les costums de la Ciutat de Valencia”, que se extienden a casi todos los pueblos que se van anexionando al Reino.

Estas costumbres son la base de “Els Furs i les Costums de Valencia”, que el Rey jura ante las Cortes Valencianas en abril de 1261 y son actualizados en 1328 por Alfonso el Benigno, hijo de Jaime II, en Daroca.

El Rey reconoce el reino de Valencia. “Vocamos et volumus ut regnum Valentíae apelletur; et sic de rivo de Ulldecona usque ad terminum de Bihar; et de mari usque ad Albentosam, et Almacenaran et ad Sanctam Crucem, et ad finen terminorum de Requena qui dividunt terminorum versus castellam”.

Y añade, que el reino tendrá:

“Una consuetudo, una moneda, lege, pondere et figure, una alna, unum quarterium, unus almatus, una fanecha, unum caphitium, una uncio, una marcha, una libra, una arrova, unus quintallus et unum pondus et una mesura in toto Regno et civitate Valentiae sit perpetuum”.

Els Furs se redactaron en latín y se tradujeron al idioma romance por el mismo Rey. Prueba evidente del idioma que hablaba el pueblo.

Trata en el mismo texto el derecho público (Reino, Corts, Baile....), los derechos feudales, procesal, civil (con algunas peculiaridades en materia de matrimonio, dote, arrendamientos rústicos, herencias...) y penal.

Son unos fueros autónomos y pactados por los que el pueblo valenciano logra su identidad diferenciada y el mantenimiento de sus costumbres. Esto le permite seguir con su cultura y su idioma.

Lengua que no había perdido durante la dominación musulmana pues por el contrario la siguieron practicando no sólo los mozárabes sino los cristianos convertidos por interés al Islam e incluso los propios invasores.

Prueba de ello son, por ejemplo, las célebres jarchas de: Ibn al Labrana. Ibn Labrum. Ibn Buhain. Cartas pueblas, documentos notariales, inscripciones de monedas, libros de ciencia, especialmente en medicina, botánica, etc.

No hacían falta pruebas pues basta con la lógica histórica.

El pueblo valenciano en 1232 ni era mudo, ni había sufrido ninguna suplantación cultural. Por el contrario como dice Menéndez Pidal una cultura superior y una población más numerosa termina imponiéndose a los invasores.

Ni la presencia mahometana, ni los escasos caballeros catalanes que acompañaron a Don Jaime que, en su mayor parte, regresaron a sus lugares de origen como se deduce de las crónicas de entonces y del “Llibre del repartiment” implicarán ningún cambio esencial.

Pocas variaciones tienen los fueros. En 1365 Pedro el Ceremonioso crea una milicia urbana “el Centenar de la Ploma” y la “Generalitat” con función principalmente recaudatoria. Continúan vigentes hasta 1707, es decir 500 años. Los valencianos habían tomado partido a favor del archiduque Carlos de Hamburgo, son vencidos por las tropas de Felipe de Borbón en la Batalla de Almansa. Ello lleva consigo la injusta derogación de “els Furs” y la centralización de instituciones y leyes.

A continuación casi, se produce la mayor prueba de lo hasta aquí dicho.

Se trata del Siglo de Oro de la cultura y el idioma valenciano, con conciencia expresa de su pertenencia a una patria diferenciada.

Joanot Martorell, Ausias March, San Vicente Ferrer, San Pedro Pascual, Arnau de Vilanova, Jaume Roig, Fray A. Canals, Roig de Corella, Isabel de Villena, Frances de Eiximenis, Jordi de Sant Jordi, Bernat Fenollar, Bernardí Valmanya, Melchor Miralles, Martín de Viciana, y un largo etc...., son exponente de una madurez cívico – cultural reconocida por testimonios tan importantes como Cervantes, Menéndez Pidal, Unamuno ó Madariaga...

Esa eclosión no puede nacer por generación espontánea, necesita una sedimentación secular y sólo se puede producir desde unas raíces profundas.

Ha tenido continuidad hasta nuestros días, en el pensamiento, la política, la literatura, el arte, la música.

Aún más importante que todo ello es la idiosincrasia de nuestro pueblo que tiene características propias ante otros talantes encerrados en sí mismos. Por la alegría de vivir. La espiritualidad en torno a las diversas devociones a la Mare de Deu. Los fuegos artificiales, la pólvora, la música, los bous al carrer, abierto a todas las culturas y a todos los horizontes.

Un pueblo como el valenciano capaz de resistir heroicamente como Sagunto; promover la unidad de España con el compromiso de Caspe; exigir sus derechos y libertades como ante Don Jaime ó por Vinatea; subvencionar como Santangel el descubrimiento de América; formar la parte más aguerrida de los almogávares que llegaron a dominar el Mediterráneo y que como dice el historiador catalán Capdeferro fueron reclutados preferentemente en el Sur de Valencia; producir el Siglo de Oro de su idioma; alumbrar santos universales, papas, teólogos, filósofos, artistas, escritores; ser pioneros en el cultivo de la tierra y en el comercio; vencer a Napoleón en la casi desconocida e importante batalla de Valencia.

De ser, como dijo el profesor Diego Sevilla, el fiel de la balanza de la unidad y la estabilidad de España, pues no se ha dejado arrastrar por el secesionismo, ni por movimientos de subversión y violencia.

Valencia gracias al esfuerzo de sus hijos, es ahora el centro lógico e imparable del arco Mediterráneo; la California de Europa; el puerto Mediterráneo del Atlántico, gracias a la autopista Valencia – Lisboa; que articularía la península el centro logístico de la proyección de España en África....; sin que lo puedan impedir las presiones y los boicots que en contra de nuestras infraestructuras se vienen produciendo (transvases; AVE, ampliación y acceso a los puertos y aeropuertos; retraso de la autovía Sagunto – Somport, aeropuerto de Castellón, corredor Mediterráneo..... siempre tratando de impedir el desarrollo lógico de Valencia que equilibraría a España en beneficio de otras comunidades, contra cuyo desarrollo, si es solidario, nada tenemos que objetar.

Boicots ante los que los valencianos hemos de reaccionar sin complejos y con la rotundidad y valentía del que tiene la razón y la fuerza.

Els Furs son nuestro primer estatuto de autonomía y lo hasta aquí dicho es el fundamento histórico–sociológico de nuestra voluntad de ser una nacionalidad histórica, dentro de la misión universal de España.

Esta constante histórica e irrenunciable de Valencia de ser ella misma, se traduce también en una corriente autonomista que surge en 1875, reinando Alfonso XII, con Constanti Llombart y Blasco Ibáñez a la que se llamó Renaixença.

Concretándonos en los proyectos estatutarios, en 1904 el Partido Republicano Federal siguiendo el proyecto de Pi y Margall, programa un proyecto de Constitución para el Estado Valenciano.

La Constitución española de 1931 establecía “un Estado integral cuyo territorio es irreductible” y recogía que las regiones que se constituyan en régimen de autonomía sólo podrán hacerlo dentro del Estado. “Los Estatutos de estas regiones autonómicas, no podrán contener en caso alguno preceptos contrarios a la Constitución y tampoco a las leyes orgánicas del Estado en materias no transferibles al poder regional”.

Rotundidad republicana –luego desbordada- a la que no pueden acogerse los botafumeiros de la desastrosa segunda republica pues los nacionalismos y el propio Gobierno de la Nación no sólo la ignoran, sino que suplantan incluso la Constitución vigente.

En Junio de 1931 el Ayuntamiento de Valencia elabora un proyecto de Estatuto de la Región Valenciana que tiene como novedad, debida a la CNT, incorporar 75 diputados de las corporaciones. Representación orgánica que rompe el exclusivismo de los partidos como único cauce de representación.

El 16 de Julio del 36 los frentes populares de Valencia, Alicante y Castellón, se reúnen en Castellón para hablar de autonomía, pero días después empezó la guerra.

En Diciembre de 1936 la CNT vuelve a propugnar un Estatuto para la Región Valenciana, con unas Corts integradas por delegados sindicales. (Quizás una síntesis entre partidos y sindicatos, supondría una democratización de la democracia evitando el nepotismo partitocrático en que a veces caen aquellos).

Ninguno de estos proyectos llegó a ramos de bendecir.

En los primeros meses de 1976 –ya en el post franquismo- José María Adán, Consejero Nacional y Procurador en Cortes por Valencia, promueve un proyecto de Estatuto para la Comunidad Valenciana que es secundado por la casi totalidad de los Consejeros Nacionales y Procuradores en Cortes de Valencia, Alicante y Castellón, a cuyo proyecto se unen las tres Diputaciones, multitud de Ayuntamientos y las principales entidades de la Región. Se presenta en las Cortes Españolas y es contestado por el gobierno abriendo perspectivas de autonomía a través de mancomunidades provinciales y descentralización de funciones.

Según los historiadores Joset Maria Filipss y Benito Sanz y otros autores como Alfons García y Vicente Soler influyó bastante, doctrinal y competencialmente, en el que luego fue aprobado en 1982.

Su contenido recoge la cooficialidad de las lenguas valenciana y castellana, concierto fiscal, gobierno democrático, alto nivel de competencias de acuerdo con nuestro ser histórico y dentro de la indisoluble unidad de España.

Poco antes y desde 1973, fuerzas minoritarias de la oposición al franquismo con escasa incidencia real, empiezan a tomar posiciones ante la previsible muerte de Franco y la propia apertura del régimen.

El grupo aglutinador lo constituye el partido comunista y colaboran algunos nacionalistas y liberales –cristiano demócratas. Algunos nombres son: Palomares, Balaguer, Dionisio Vacas, Montalbán, Vicent Ventura, Pérez Benlloch, Muñoz Peirats, Francisco de Paula.

Constituyen la Taula Democrática en 1975, la Junta Democrática del País Valencià y finalmente el Consell Democratic del País Valencià, cuyas acciones carecen de trascendencia sobre la sociedad o sobre el devenir político, pero son el germen de la acción posterior.

Es ya en abril de 1976, muerto Franco e iniciada la transición, cuando estos grupos se integran en “la Taula de Forces Polítiques i Sindicals del País Valencià”.

Y es ahí cuando el tema autonómico se mezcla con slogan de la lucha política con fines partidistas.

La izquierda renuncia a su hasta entonces indubitado sentido nacional español. Que para Azaña, Prieto, Negrín, Pablo Iglesias, o Pestaña, era dogma indiscutible.

Prieto decía: “A medida que la vida pasa por mí, aunque internacionalista me siento cada vez mas profundamente español.... todas mis energías, todos mis entusiasmos los he consagrado a España”.

Negrín: “Luchamos por la integridad de España, nadie quiere la desintegración de España. Si alguien la quiere, considérese enemigo nuestro”.

Por eso parece una traición a su propia trayectoria la alianza con fuerzas secesionistas como izquierda republicana, o la izquierda aberzale, o la promoción de los “paissos catalans”, claramente proclives a la autodeterminación.

Tan grave es su renuncia a la defensa del proletariado inmigrante sometido a la reconversión industrial primero y a la inmersión cultural contraria a sus ancestros después.

No sabe liberarse del secesionismo catalanista pequeño burgués, que había servido para unir a los nacionalistas y los comunistas contra el franquismo.

Esta tremenda contradicción –que hoy continua- y la financiación del nacionalismo catalán, hace que la integración de Valencia en los “Paissos Catalans” se convierta en objetivo de la izquierda, que cree que así refuerza su tesis de “ruptura” frente al de “reforma” pacífica que era la aspiración mayoritaria de la sociedad, en la transición.

Para apoyar esta tesis se propugna la cuatribarrada, la “unitat de la llengua”, la modificación del himno valenciano, en definitiva la absurda “Batalla de Valencia”, que todavía perdura. Contra todo esto el pueblo valenciano, el 28 de Mayo de 1981, reaccionó con la manifestación más grande de su historia a favor de sus señas de identidad diferenciadas.

En 1978 se había promulgado la Constitución de la Concordia entre los “reformistas azules” y la “oposición”, que ha permitido a los 30 años de mayor libertad y progreso de la historia de España y que ahora desde la falsa memoria histórica se pretende derrumbar por la vía antidemocrática de los hechos consumados, de lo que es un ejemplo el estatuto catalán, que tantos efectos negativos y de enfrentamiento ha de producir sobre el resto de España y en particular sobre Valencia.

Sin embargo, este espíritu de concordia no prevalece en la deliberación del estatuto. Se produce así una anómala y difícil tramitación, como también un gran retraso en su aprobación desde Julio de 1979 a Julio de 1982.

Al final, después de la manifestación de Mayo del 81 y bajo los efectos del 23 F, intervienen Alfonso Guerra –un socialista con idea del Estado- y Abril Martorell, para que las Cortes Generales aprueben por Ley Orgánica de Julio de 1982 el estatuto valenciano.

El Estatuto reconoce nuestras señas de identidad –con concesiones semánticas innecesarias-.

Logra un techo competencial alto en relación con otras comunidades autónomas. Sobre todo institucionaliza por primera vez nuestra autonomía y permite un democrático y progresivo autogobierno a la sociedad valenciana.

Este estatuto ha sido modificado en el pasado año 2006 no sin que se hayan vuelto a plantear, aunque con menor virulencia, las dos concepciones antagónicas que dieron lugar a la batalla de Valencia.

Vamos a entrar en el contenido de la reforma, pero antes hemos de hacer una breve reflexión sobre su necesidad.

Creo que las reformas estatutarias de Zapatero no son objeto de demanda social, ni de conveniencia política.

Las preocupaciones de la sociedad española, según todas las encuestas y sondeos, son:

* La incontrolada inmigración ilegal.

* El paro y la temporalidad de los contratos.

* El terrorismo como efecto y el secesionismo como causa.

* La agobiante inseguridad ciudadana.

* El incremento de los precios. Dicen que la macroeconomía va bien pero la economía familiar va muy mal y el endeudamiento de las familias es ya insostenible.

* Los bajos niveles de educación y formación de la juventud (los más bajos de Europa).

* La sequía agravada por la irracional y sectaria derogación del Plan Hidrológico Nacional.

* Las dificultades de acceso a la vivienda.

* La insuficiencia de las pensiones que implica para los jubilados una sistemática pérdida de su capacidad adquisitiva.

* Los intentos al menos tolerados, cuando no promovidos de anexión de Navarra por Euskadi y de Valencia por Cataluña.

* El anómalo sistema de representación de los partidos, que además de listas cerradas, financiación irregular, nepotismo... permite que partidos minoritarios puedan imponer sus objetivos al resto de España.

* La injusticia social. Nueve millones de españoles por debajo del salario mínimo, dos millones de pobres de solemnidad, millón y medio de inmigrantes ilegales, bolsas de marginación (el país europeo de mayor consumo de droga o de más casos de sida).

* Y, en amplios sectores, los sistemáticos intentos de destruir los valores religiosos, familiares y nacionales.

En ningún caso aparece la autonomía de los estatutos hasta ahora vigentes, que al ser parte del espíritu de concordia con que se redactó la Constitución, habían llegado a los niveles de autogobierno más altos en la historia de los pueblos de España y a constituir la administración más descentralizada de Occidente.

¿Qué necesidad había de abrir la Caja de Pandora, de dejarse llevar por los nacionalismos secesionistas minoritarios?

Incluso en Cataluña, no existía demanda social, como se ha evidenciado en las encuestas y en la mayoritaria abstención en el Referéndum convocado al efecto.

Sólo tiene una explicación. La necesidad de un gobierno minoritario de contar incluso con los partidos secesionistas para mantenerse en el poder.

En este panorama se plantean las reformas del Estatuto Catalán, el Plan Ibarreche, el llamado Proyecto de Paz.... y lógicamente se desencadena el desbarajuste de las reformas estatutarias.

En este marco se presenta la reforma del Estatuto Valenciano.

Su texto no se puede substraer del todo a la corriente general de asumir las competencias que por su propia naturaleza corresponden al Estado, que se va así quedando vacío, incapaz de cumplir las tareas irrenunciables que le corresponden.

A pesar de ello la reforma del Estatuto Valenciano al haber sido resultado de consenso entre los dos partidos mayoritarios puede considerarse como positiva aunque deja algunas incertidumbres para el futuro.

Su texto consta de un preámbulo, 81 artículos, 4 disposiciones adicionales, 5 disposiciones transitorias, 1 derogatoria, y 1 final. Demasiado prolijo y minucioso.

Entre sus aspectos positivos:

El reconocimiento de nuestra comunidad como “Nacionalidad Histórica”. Indudablemente Valencia merece esa calificación, no es necesario reiterar por que.

Todos los que conocen mi trayectoria, saben que creo firmemente que en España no hay más que una sola Nación, que al ser una fundación histórica y no un contrato, es irrevocable e indivisible.

Sin embargo, el haber consentido la denominación de Nación a Cataluña sin ninguna referencia a su integración en España, crea una diferencia discriminatoria, que no debe servir de base a privilegio alguno, o de posibilidad, ni siquiera dialéctica, de que las nacionalidades históricas puedan ser absorbidas en otra Nación que no sea España. Esto ha de quedar muy claro no sea que se trate de una trampa saducea.

La reforma mantiene también nuestras señas de identidad, lengua, Real Señera, Derecho Foral Valenciano... que aún ahora hay quien pretende arrebatar.

Reconoce la facultad del President del Consell de disolver Les Corts y convocar elecciones, lo que sitúa a Valencia al nivel de las Comunidades de mayor nivel de competencias.

Amplia las funciones que nos son propias, incorporando las últimamente transferidas y las que se derivan de las nuevas circunstancias (defensa del medio ambiente, de los consumidores, acceso de los ciudadanos a las nuevas tecnologías, desarrollo urbanístico, políticas activas de infraestructuras....).

Establece como imperiosa exigencia el derecho al agua de calidad y la redistribución de los sobrantes de aguas en cuencas excedentarias, atendiendo criterios de sostenibilidad de acuerdo con la Constitución y la Legislación vigente.

Reconoce los derechos sociales de los valencianos y anuncia la promulgación de la Carta de los Derechos Sociales recogiendo los establecidos en la Constitución y en la Legislación Internacional más progresiva.

Posibilita la recuperación del Derecho Foral.

Quizás lo más destacable es su constitucionalidad, aunque imbuido de la carrera reformista, haya llegado hasta límites que será necesario clarificar. Constitucionalidad que coadyuva a la estabilidad nacional.

También el haber sido alcanzado por consenso, lo que evidencia que este es posible y que ojalá sea modelo a seguir en otros temas de Estado.

¿Cuáles serán los aspectos que quizás sea necesario moderar ya sea en su proceso de aplicación, por acuerdo con el Estado o en última instancia por el Tribunal Constitucional, cuando se dicten las leyes que lo han de desarrollar?

Según mi criterio entre esos temas podríamos considerar:

* La definición exclusiva del valenciano como idioma propio. Somos muchos los valencianos que creemos que el castellano es también nuestro idioma original y propio, Dios quiera que esa afirmación no sea pretexto para futuras discriminaciones, como pasa en Cataluña.

Más grave es el blindaje de la Academia Valenciana, no se sabe de que lengua, al ser incluida en el Estatuto, como institución normativa del Idioma Valenciano, cuyos dictámenes serán de aplicación obligatoria en todas las Administraciones Públicas.

Todos sabemos que los dictámenes que le sirvieron de base han sido anteriormente pactados con el Institut d’Estudis Català., sabemos que su composición inexplicablemente es mayoritariamente por académicos vinculados a instituciones catalanas, que su objetivo es la “Unitat de la Llengua”.

Considerando al valenciano como residual (con “algunas variantes genuinas” que le sirven de tapadera para ocultar sus propósitos. Ejemplo reciente es la publicación de la gramática del valenciano que personalidades tan indiscutibles como Simo Santonja y con la Real Academia de Cultura Valenciana, han desautorizado por tergiversar nuestra lengua.

* También podemos añadir algunos excesos como por ejemplo considerar como funciones “exclusivas” el orden público y la protección civil. ¿Dónde quedan las irrenunciables y necesarias competencias del Estado al respecto? Tampoco parece que deban ser funciones exclusivas “la ordenación del crédito Banca y Seguros” que podría romper la unidad del mercado financiero europeo y nacional “El régimen económico de la Seguridad Social” que puedo parcelar la unidad de la caja única y la igualdad de prestaciones sociales. El propósito a abrir “Oficinas de negocios en diversos países” lo que podría producir descoordinación con la representación exterior de España. ¿Os figuráis un País con 17 oficinas distintas de negocios?

* Mención específica merece la creación del “Consell de Justicia de la Comunidad Valenciana” con la misión de “ejercer en la Comunidad todas las facultades que la Ley Orgánica del Poder Judicial reconozca o atribuya al Gobierno del Estado”.

Pues bien, tanto la Constitución como la Ley Orgánica del Poder Judicial se fundamentan en su unidad, en la competencia de los Tribunales Superiores en todo el territorio nacional y en la igualdad de los ciudadanos ante la Ley.

Puedo admitir una descentralización de la Justicia atribuyendo mayores competencias objetivas a tribunales o juzgados locales o autonómicos. Incluso una limitación territorial de competencias a favor de los Tribunales Superiores de Justicia en materia de derecho Foral propio.

Pero no la creación de doctrina en derecho estatal ni “la exclusión de las leyes de la generalidad del conocimiento que la jurisdicción contencioso administrativa”, pues este control está establecido en el artículo 153 de la Constitución.

RETOS QUE NOS PLANTEA EL ESTATUTO VALENCIANO

El nuevo estatuto valenciano, nos deja sobre la mesa una serie de retos a los que hacer frente.

En primer lugar habrá que estar vigilantes para que el desarrollo de la Legislación estatal, otros estatutos o el desarrollo del nuestro, no rebaje, ni condicione, ni discrimine, lo que significa ser nacionalidad histórica, nuestras señas de identidad o nuestro ámbito competencial, como hay indicios de que puede ocurrir por otros estatutos o por Leyes Orgánicas del Estado.

En segundo lugar habrá que insistir en la derogación de la Academia Valenciana de la lengua, no se sabe de cual, por el procedimiento establecido para la reforma del Estatuto. Todos sabemos la anómala e inexplicable composición de la Academia y su objetivo de alcanzar la antihistórica e inculta “unitat de la llengua”, preámbulo de la anulación de nuestra identidad diferenciada.

Para plantear ello basta una tercera parte de los miembros de les Corts, dos grupos parlamentarios o promover la iniciativa en las Cortes Generales. El PP puede hacerlo y a él se lo debemos exigir. Mientras tanto, hay que vigilar su desarrollo normativo para cambiar su composición y objetivos.

En este sentido es también conveniente exigir “la delimitación de las zonas castellano parlantes” también prevista en el Estatuto pues el castellano es tan propio para muchos valencianos como el idioma valenciano y no permitir discriminación alguna con motivo de las lenguas cooficiales.

En tercer lugar está la estatutariamente prevista exigencia del agua. Hay que exigir el agua que nos corresponde, pues según la Constitución y el Derecho Natural en los caudales que discurren por cauces que atraviesan varias provincias, su ordenación y concesión, corresponde al Estado. Es un bien nacional que debe repartirse con criterios de equidad y solidaridad. No es de recibo que se permita bajo presión nacionalista su apropiación por ninguna comunidad, y luego tratar de sustituir ese derecho constitucional y natural por sistemas de desalación más caros, de duración temporal renovable, de imposible utilización sin gastos adicionales, insuficientes, contaminadores del entorno, que sólo pueden ser complementarias pero no sustitutivas.

En cuarto lugar, la Constitución y nuestro Estatuto prevé que “el Estado velará por paliar los desequilibrios territoriales que perjudiquen a la Comunidad Valenciana”, como así mismo “la conveniencia de equiparar los niveles de servicios en todo el territorio del Estado, estableciendo en su caso las transferencias necesarias para su funcionamiento”. A ello se refieren los artículos 2, 14, 45, 157, 158, 157-3, entre otros, de la Constitución Española, atendiendo especialmente a criterios de población.

No hay derecho de que el 32% de las inversiones del Estado se destinen a Cataluña. Estos desequilibrios se están ya produciendo en el agua, las infraestructuras (transvase, AVE, autopista Sagunto-Somport, el imprescindible corredor del Mediterráneo, puerto y aeropuertos de Valencia y Castellón,…) la Sanidad, la atención a la inmigración, las inversiones públicas...

Hecho en falta que no se haya propugnado, como en los casos de Cataluña, Andalucía ó Baleares, una compensación en concepto de diferencias de inversión del Estado en infraestructuras en la Comunidad, en relación con otras Comunidades, como también por diferencias fundamentadas en la mayor aportación a las cargas fiscales del Estado soportadas por Valencia, en concepto de deuda histórica. Valencia ha sido muchos años fuente principal de divisas de España y ha autofinanciado hasta ahora su propio desarrollo, sin recibir inversiones compensatorias alguna.

Respecto a las Haciendas Locales se establece el principio de descentralización de competencias de acuerdo con el criterio de subsidiaridad, pero al mismo tiempo una integración presupuestaria de las Diputaciones y un encauzamiento de los ingresos municipales procedentes del Estado a través de la Generalidad, todo ello a convenir con la Federación Valenciana de Municipios y Provincias. Es importante objetivar esta financiación local para que la aportación de fondos no se haga con criterios partidistas.

En quinto lugar quedan otros temas como “la unidad del archivo de la Corona de Aragón”, que el Estatuto Catalán ha roto al reclamar la titularidad y control de los documentos catalanes, sin renunciar a administrar el resto. No debemos permitir que se disgregue o se mediaticen los legados históricos de la Corona de Aragón y mucho menos los de nuestro Reino.

En sexto lugar, mención especial merece la discutida “cláusula Camps”, por la que, cualquier ampliación de las competencias de las Comunidades Autónomas (bien sea por Legislación Estatal, bien por otros Estatutos), que no hayan sido atribuidas, transferidas o delegadas a la Comunidad Valenciana con anterioridad, obligará en su caso a las instituciones de autogobierno legitimadas, a promover las correspondientes iniciativas para dicha actualización.

He ahí un reto que ya es imperativo, pues es evidente que el estatuto catalán se atribuye competencias superiores al nuestro, en el caso de que no se declaren inconstitucionales, pues lo son. El Tribunal Constitucional debe anularlas, pues si no lo hace supondrán una discriminación contraria a la igualdad de los ciudadanos ante la ley y se convierte al Estado en un organismo residual, casi parasitario, incapaz de cumplir en Cataluña y en toda España, las competencias mínimas exigibles a un Estado de Derecho.

Es incomprensible que los partidos y algunas entidades valencianas estén entretenidos en realizar las acusaciones electoralistas y no lo estén promoviendo las reivindicaciones que exige nuestro Estatuto y el pueblo valenciano.

En séptimo lugar, queda un tema polémico que ha quedado aplazado para tratarse en la futura Ley Electoral Valenciana. Es la supresión del límite del 5% de votos, como necesario para tener representación institucional.

Los partidos minoritarios intentan bajar el porcentaje exigible del 5% al 3%.

Es un camino que la experiencia nos dice que conduce a unos resultados antidemocráticos, por el que un partido sin verdadera base popular ni territorial, puede llegar a gobernar de hecho a la mayoría.

Para evitar eso las democracias avanzadas exigen porcentajes más amplios. Incluso establecen segundas vueltas a las que sólo se pueden presentar los partidos más votados.

La solución no está en rebajar el porcentaje, ni tampoco en cerrar las vías a la participación cambiando el sistema proporcional por el mayoritario, sino en incrementar los partidarios. En ser capaces de poner los intereses de Valencia por encima de los personales o de grupo. Es una razón poderosa (que la izquierda sí sabe superar con tripartitos y frentes populares), para la unión ya perentoria de los valencianistas estén donde estén pues, de no producirse, invalidaría sus esfuerzos. Si no consiguen representación no hay que atribuirlo a los porcentajes, si no a la falta de capacidad de convocatoria.

En todo este tema estatutario, convendría tener presente el testimonio de un joven político español, hoy silenciado, cuando hace ya 60 años dijo: “No hay nada que choque de una manera profunda con la idea de una pluralidad legislativa. España es así, ha sido varia y su variedad no se opuso nunca a su grandeza. Pero lo que tenemos que examinar en cada caso, cuando avancemos hacia esa variedad legislativa, es si está bien asentada la conciencia de la unidad de destino”.

Estamos en vísperas de unas elecciones municipales y autonómicas claves para la unidad de España, la fortaleza del Estado, la cohesión de la identidad de Valencia y su pleno desarrollo socio – económico y cultural.

Unas elecciones en las que Navarra y Valencia son objetivos prioritarios de expansionismos totalitarios anuladores de la unidad de España y de sus identidades.

Es preciso concienciar a los valencianos sobre su propio ser e historia y de los importantes retos de futuro que nos esperan.

Es necesario superar el minitontismo y defender sin inhibiciones paralizantes, con energía imparable, en todos los escenarios que sea necesario, en la calle, los Tribunales, las Instituciones, la opinión pública, Europa, nuestra total valenciania compatible con el orgullo de ser español.

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Las cualidades de la lengua valenciana son: su brevedad, la abundancia de monosílabos, la suavidad y la cantidad de palabras de origen árabe, griego y latino
Carlos Ros Hebrera

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