El salón de las derrotas

Per Wenley Palacios

Aguanta las embestidas con suavidad, inmóvil hasta el último minuto. Entonces ataca con autoridad y gana por goleada. Pactó el Estatut con su contrincante político, el principal partido de la oposición, manteniendo la barrera del cinco por ciento para atajar a los minoritarios, medida necesaria mientras no haya segunda vuelta en las elecciones. Le han colado la AVL, porque en política hay que ceder para que cedan. Llegadas las elecciones, el triunfo fue mayor que nunca, el PSPV se desfondó y el Compromís quedó a punto de desaparecer, Glòria Marco tuvo que presentar la dimisión. Plá deambula sonado.

Enemigos de verdad, de tu partido. Los zaplanistas se plantaron en las Cortes dejando en minoría a Camps. Se reunían a cenar con frencuencia, una especie de aquelarres, para tratar de restarle poder y mantener sus sillones. Los más listos vieron claro el futuro y apostaron por el president, olvidando los cantos de sirena del zaplanismo. Otros se la jugaron y han perdido. Él, paciente y firme, esperó. En el último momento, al formar las listas, aplicó su autoridad, pues mientras aquellos conspiraban, se había reforzado en Génova, por donde pasea el alma en pena de Eduardo Zaplana. Tiene el gobierno autonómico y el PP-CV completamente controlados. Lo vaticinamos en Mediterráneo 14 meses antes de las elecciones.

Estas dos victorias han sido sobre contrincantes políticos. Le queda otra batalla contra sus auténticos enemigos. No se presentan a elecciones, pero han trufado la sociedad valenciana. Están en la AVL, donde apesebran sueldos millonarios. En las universidades, institutos y colegios y copan los puestos segundones de las Instituciones. Reciben subvenciones y miran por encima del hombro a quien va de valenciano. Son los catalanistas, empeñados en convencernos, con paciencia, que hablamos catalán, lenguaje ordinario, basto y poco elegante, en lugar de valenciano, "graciosa lengua, dulce y agradable"; como decía Cervantes. En las universidades a quien no está por el catalán, se le niega becas, publicaciones, viajes y horas de clases. Si se habla de la UIV les entra temblores, porque no la pueden dominar. En las oposiciones, una palabra en valenciano es grave falta de ortografía. Solo el que domina el catalán tiene posibilidades de aprobar, aunque sea un zote y no sepa nada más. Y encima algunos peperos, caídos del guindo de la ignorancia, se dicen catalanistas, tal vez, porque prosperan gracias a eso. Los ayuntamientos y les Corts, el pasado fin de semana, han ofrecido la fórmula de juramento a sus miembros electos en castellano y en catalán. ¿Cuántos juraron en auténtico valenciano?

Si consiguen que el catalán se extienda a través de nuestros hijos y nietos que estudian obligatoriamente en catalán, ya que las líneas en castellano han desaparecido casi totalmente, estarán en vías de conseguir su sueño y dirán: "la Comunidad habla catalán, como en Cataluña ¡Somos la misma nación! ¡Los Países Catalanes! Si no luchas contra ellos llegará ese momento, honorable Camps, y la Generalitat Valenciana desaparecerá. Los retratos institucionales de los últimos presidents se ocultarán en el salón de las derrotas de algún recóndito museo desconocido.

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Hay unanimidad en los autores valencianos de los siglos XIV, XV y XVI en llamar valenciana a su lengua
Simó Santonja

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