Per Agustí Franch
Repite la Historia, desgraciadamene, episodios que nunca debieron producirse. Renovados, a veces, con poder mayor que la inicial que ofrece a la sociedad para su obligado padecimiento, en la actualidad encarnada en, de entre otras figuras, un segundo "emperador del paralelo". Nuevo autócrata, todavía en cierne, ávido de poder y de grandeza, ya excedido, para esos fines, en inducir a sus parciales a "levantar el velo a las noticias", metafórica definición de violar los derechos ajenos. Sedicente republicano que desconoce los elevados valores contenidos en la república; grisáceo "emperador" cuyos afanes escalan cumbres de mayor elevación que el trono de la vileza en donde ya se sentaron, rodeados de su corte, Straus y Perlo, fundadores de una dinastía de sinvergüenzas.
Desde las altivas márgenes de la razón, se zambulle en el lodazal inmenso del egoísmo, buscando en las bajas obscuridades las migajas desprendidas de pactos y negociaciones con unos y con otros, excediendo los límites estraperlistas en amigable entendimiento con asesinos. Negociaciones inmersas en la vaguedad de unos valores imperceptibles. Porque los valores no se pueden negociar, se defienden con la propia fuerza de su valer innegociable, que solamente es, la negociación, dice acertadamente Garcia de Cortázar, "la pugna por la ganancia, aprovechándose de las circunstancias y sin excluir el chantaje". Y lo dice a propósito de los políticos nacionalistas, cuya ideología, añade, es una religión secular, no estando su patria escrita en el parlamento, sino en las estrellas.
"Emperador republicano" que proscribe las sabias máximas platónicas para el desarrollo de los sanos conceptos republicanos de inseparabilidad de moral y política. De qué manera, quienes pactan deshonestamente con la alta delincuencia, pueden asimilar y ejercer los saludables conceptos platónicos para el ejercicio de la buena república que mantiene vivo el deber del estado en formar hombes -y tambien mujeres- virtuosos. La separación de vida y virtud desboca y desenfrena al caballo manso -el indocil e intemperanente siempre lo está-, atropellando en su desvarío, principios, honores y reglas.
Y no son esos, por más que sedicentes republicanos o proclamen porque creen convenirles, los postulados democráticos.
Más, esos procedimientos, se semejan a los deshilvanados aconteceres de una selva en que cada león impone su particular soberanía, arrogándose el derecho de imponerla tambien al vecino mediante fantasías elaboradas con químicas malsanas, a las que, para colmo, les atribuyen rango de históricas. A este paso, si la cívica razón ciudadana de la valencianía sensata, no logra sobreponerse a las marrulleras pretensiones de catalanistas, dentro de poco no habrá colegio ni universidad que sinceramente se atreva a explicar con honradez la historia del antiguo Reino de Valencia, la que algunos maturrangos especuladores se presta a desfigurar.
Sobre este particular, con la honestidad y saber que supuestamente conlleva el cargo académico, deberían pronunciarse los de la Academia Valenciana de la Lengua, -no conocemos informe alguno por ellos emitido-, sin salirse de las márgenes científicas, de las muchas acusaciones de que han sido objeto desde diversos ángulos culturales. No deberían esperar a que se les identifique con ese republicanismo abyecto que, para colmo de los males, tiene, el proselitismo catalanista, alguna confianza de ayuda oficial, en Valencia, cuando proclama "que el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, es uan esperanza para la unidad de la lengua catalana". (Diario de Valencia 19-12-2003).
Si creyésemos a esta gente, que en el campo de la manipulación histórica tantas mentiras dicen, nos convenceríamos que tenemos en Valencia un presidente autonómico indigno favorecedor del antivalencianismo, especie de la que en términos vulgares preferimos ignorar el apelativo
Publicado en Heraldo de Castellón 27 abril 2004