Origen e identidad de la Lengua Valenciana. Hablemos claro

Per Josep Maria Guinot i Galan

La Academia de Cultura Valenciana, por medio de su Aula de Humanidades y Ciencias, vuelve este verano a estudiar (por cuarta vez), en su "Seminari de Llengua Valenciana" en Gandia, el tema del "Orige i identitat de la llengua".

Es muy loable que continúe este Seminario su labor de investigación, sobre temas filológicos e históricamente tan importantes, por medio de conferencias y trabajos de investigación de personas cualificadas, y mesas redondas a las que se invita a personajes de distintos pareceres. Algunas de las aportaciones a dicho seminario, por su importante contenido, han alcanzado el honor de ser publicadas en la serie Filológica del Aula de Humanidades y Ciencias de la Academia. Para estos días precisamente está anunciada la aparición del número 4 de dicha serie filológica.

Sin embargo, en orden al actual contencioso entre valencianistas y catalanistas, los resultados que se logran sobre el origen e identidad de la lengua valenciana, en nuestra modesta opinión, no van a cambiar por ahora el rumbo de las cosas. Bueno es que los científicos, historiadores, filólogos, lingüistas, demuestren, como lo han hecho ya satisfactoriamente, la autonomía de la lengua valenciana y su actual personalidad o independencia con relación a otras lenguas afines, pero por aquello de que no hay peor sordo que el que no quiere escuchar, los discrepantes tienen tomado su partido y prefieren defenderlo a capa y espada antes que reconocer los hechos y dar la razón a sus opositores. Esa es la razón de que se aferren a viejos tópicos, ya superados por sus mentores, como los referentes a la introducción del catalán en Valencia por las huestes del rey Don Jaime, o las posteriores repoblaciones (hipótesis que ya fue puesta en duda por Badía Margarit y Germán Colón, tras las investigaciones de Gual Camarena) y completamente desvirtuada por los modernos estudios, sobre la repoblación regional, de Cabanes, Ferrer, Herrero y las tesis doctorales de Leopoldo Peñarroja y Gómez Bayarri sobre la existencia en Valencia de un romance prejaimino.

Todavía los "discrepantes", más bien llamados "unitaristas", apelan a la "irrenunciable unidad de la lengua catalana", de la cual el valenciano no sería más que un apéndice incorrecto, podrido, que inteligentemente hay que extirpar. Para ello se comienza por negarle su propio nombre, supliéndolo por la sibilina denominación de "nostra llengua" (que resulta ser la catalana de Barcelona); se continua por la adopción de la ortografia del Instituto de Estudios Catalanes (la "nurmalitzacio") engañando al pueblo, al decir que se escribe con las normas de Castellón, puramente ortográficas, cuando lo que se introduce con este pretexto es toda la normativa catalana en morfología, sintaxis e incluso léxico: las palabras y giros de Barcelona (els mots) son los correctos, los nuestros, están corrompidos y hay que prohibirlos, por más antiguos y documentados que estén. Y todo esto hay que hacerlo gradualmente, para que el público no proteste, ya que una sustitución instantánea y descarada del valenciano por el catalán podría provocar las iras de un pueblo que, por "pasota" que sea, tiene el orgullo de poseer una lengua propia, con una brillante tradición literaria y una clara conciencia de la autoctonía y personalidad de su lengua diferenciada de las vecinas, por parecida que sea. Si queremos hablar claro, esa es la finalidad y la estrategia de los "unitaristas".

Hablando claro, las causas que mueven a los "unitaristas" a seguir en sus trece, aunque convergentes en la estrategia, son de diversa índole, según la actitud de cada uno de ellos. Algunas causas son conocidas de los lectores y no hace falta nombrarlas. Por eso no hablaremos de los peones del pancatalanismo, cuyo objetivo es la absorción, a través de la lengua, la cultura y la historia, de la rica economía valenciana, porque en esto son pocos los valencianos que cooperan conscientemente.

Ni hablaremos de la humildad necesaria para, después de mantener durante largos años una determinada posición ideológica pasarse a las filas anteriormente combatidas: para este cambio realmente se necesita temple de héroe o de santo.

Ni mencionaremos la firmeza o independencia necesarias para contrariar las consignas de un partido político, mayormente si se figura en sus cuadros de mando o se participa en los presupuestos: en realidad el problema absurdamente ha alcanzado altas cotas de politización.

De los no especializados en la materia y que se limitan a repetir lo que han aprendido en las aulas, no vale la pena ocuparse, para ellos todo consiste en repetir "magister dixit".

Tampoco hace falta aludir al conocido problema editorial, puesto que el autor tiene derecho a escribir en la lengua que le convenga económicamente.

Pero sí queremos hacer mención de la falta de patriotismo y de amor propio (el fenómeno del "meninfotismo valenciano") que supone preferir lo ajeno a lo propio, llámese lengua, cultura, historia, raza, o lo que sea, echando pedrada al propio tejado. En esto los valencianos tenemos mucho que aprender y corregir.

Daremos fin a esta parcial enumeración de causas aduciendo una, a nuestro parecer importante, señalada hace pocos dias por el clarividente P. Juan Costa, en su artículo publicado en LAS PROVINCIAS (25.7.1989, pag. 5) "El catalanisme radical, unitariste i absorbent, conta ab una llengua gramaticalment estructurada, codificada i acabada, que es el català fabriste, practicat, ensenyat i escrit en tota Catalunya i acceptat també oficialment en Balears". A lo que podemos añadir, "y en Valencia con la colaboración eficaz de las actuales autoridades, que lo imponen contra viento y marea y vuelcan sobre él a espuertas los millones del presupuesto”.

De esta pléyade de "beligerantes", porque generalmente lo son, y muy agresivos, hemos de excluir unas pocas personas que creen de buena fe seguir las "normas de Castellón"; personas muy respetables, de cuyo amor a la lengua valenciana no cabe dudar, y de quienes esperamos que a no tardar se decidan a la renovación de la ortografía, tal como prescriben las bases aprobadas en el 32.

Un trato también benigno merecen los "unitaristas" que, aún creyendo en el dogma de la unidad de la lengua, defendible para un tiempo determinado del pasado, propugnan en vano por el respeto a las peculiaridades de nuestra lengua. Los pobres deben de sufrir mucho al ver como se ha realizado la normalización catalana, con la barcelonización, repudiado taxativamente por don Luis Revest, sin tener en cuenta la lengua valenciana. Enorme limitación que inhabilita al catalán actual como lengua estandar, dentro de una supuesta unidad lingüística.

Según los "unitaristas" los valencianos no tenemos derecho a hacer con nuestra lengua lo que los catalanes tan inteligentemente han realizado, en este mismo siglo, con la suya: tomar su maltratada lengua vernácula, considerada unánimemente por los romanistas como un dialecto del provenzal, sacarla del estado de postración en que se hallaba y elevarla al nivel literario que demuestra su presente masiva producción editorial. Lo que la Unesco considera como un derecho de todas las lenguas vernáculas, la posibilidad de su ascenso a nivel universitario, se le niega a la lengua de los valencianos; ni Academia, ni normalización, ni enseñanza en las escuelas, ni empleo en los centros oficiales, ni una peseta de los presupuestos. Y esto se verifica bajo pretextos "científicos", en nombre de la filología y de la autoridad de los romanistas "de todo el mundo", los cuales ni se han tomado la molestia de venir a escuchar el habla viva de nuestro pueblo, ni tienen una autoridad indiscutible e irreformable, ausente siempre de toda actitud científica, siempre abierta a rectificaciones y nuevos progresos.

Hemos de denunciar en primer lugar que los argumentos de autoridad nada pintan en esta materia, y en segundo lugar que la apelación a la filología es completamente impertinente, puesto que la filología podrá demostrar que en un tiempo determinado del pasado eran más o menos parecidas dos lenguas vecinas, pero no que lo sean actualmente. Esa es labor de la lingüística sincrónica actual, o mejor de la socio-lingüística: sólo del estudio empírico comparado de dos lenguas en su estado actual puede deducirse su identidad substancial. Estudio comparativo que se ha hecho suficientemente y permite fijar los límites que separan el catalán del valenciano, y que los valenciano-parlantes saben distinguir instintivamente en fonética, morfología, sintaxis y vocabulario, aunque carezcan de estudios.

Apelar a la autoridad de los romanistas o la filología, para establecer el "dogma" de la "unidad de la lengua" no es más que un pretexto, una tapadera, o, como decimos en valenciano "escuses de mal pagaor" para ocultar las verdaderas intenciones de los interesados en el actual "statu quo" catalanista.

Publicado en "Las Provincias", el 12.8.1989

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