Per Baltasar Bueno
Como el comisario de la Expo del ‘Llibre del Repartiment’, el antaño valencianista Ramón Ferrer y hoy cobrando soldada de la Academia Valenciana de la Lengua no está sacando el tema, les voy a contar de las manipulaciones y falsedades catalanas sobre el libro que Camps, como defienden los catalanistas, dice mal que es la partida de nacimiento del pueblo valenciano.
Historiadores catalanes, salvo alguna extraña excepción, suelen pecar de manipulación y falsificación de la historia, en a “aquellos temas que tienen relación con los reinos de Aragón y Valencia”, no con el territorio catalán, en palabras del doctor y catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Valencia, Antonio Ubieto Arteta.
La causa: “Los historiadores catalanes, cuando tratan de sus relaciones históricas con otras regiones, tienen el complejo de inferioridad que les proporciona el hecho de no haber existido nunca el reino de Cataluña y sí el condado de Barcelona”, Ubieto dixit.
No han sido pocos los que se han dedicado a manipular, distorsionar y falsificar documentos, sobre todo a partir de 1848, cuando Próspero de Bofarull y Mascaró, dirigía el Archivo de la Corona de Aragón, sede en Barcelona.
Fue en 1856, cuando Bofarull publicó el volumen 11, de una colección en la que pretendía transcribir y analizar incunables obrantes en el Archivo de su dirección, correspondiente al Llibre del Repartiment del Regne de Valencia (Registros de Cancillería 5, 6, y 7).
Bofarull se dedicó a tachar, rayar, eliminar y suprimir datos contenidos en el ‘Llibre de Repartiment’, que manipuló de forma que le sirviera a sus intereses romanticistas, expansionistas y colonialistas catalanas.
En el Registro 5, Ubieto observó “asientos sobreescritos por unas rayas, trazadas sobre el texto, que dificultan la lectura de lo anulado. Otros están cruzados por dos líneas en aspa, siendo más fácil transcribirlos”.
Luego se fue al libro de Bofarull y se percató de que de los seis primeros asientos eliminó los números 1, 2, 4 y 6, lo que suponía cargarse el 66 por ciento del documento. Curiosamente, los suprimidos correspondían a donaciones hechas a navarros y aragoneses, y a ningún catalán.
De esta manera, a Bofarull, al final de la película, le pudieron cuadrar las cuentas y, fulminados los no catalanes, resultó que la mayoría de los que vinieron con Jaime I a Valencia eran catalanes.
De ahí que somos hijos de catalanes y hablamos catalán, a martillazo limpio propinado por Bofarull sobre el “acta fundacional del pueblo valenciano”, que con tanta plasticidad predica Camps.