Per Vicente L. Simó Santonja
¡De qué va! Debe hacer sobre unos veinte años en el Club Siglo XXI de Madrid, al señor Canals Vidal, catedrático de Metafísica en la Universidad de Barcelona, le oí decir: “en el año 987 de nuestra era, Cataluña no existía. No tenía ese nombre, no había aparecido aún la lengua catalana y tan solo había perdidos al nordeste de la península ibérica, una serie de pequeños condados: Ausona, Gerona, Besalú, Barcelona, que dependían, sin unidad jurídica ni histórica entre sí, del rey de Francia unos y del Conde de Tolosa otros: Urgell, Ribagorza, Pallars… Todos ellos eran producto de las conquistas de los francos a los moros, siendo en principio, bien constitutivos de la “marca gotia” y después de la “marca hispánica”.
Nunca se les denominó “marca catalana”, y hasta 1258 fecha del Tratado de Corbeil entre Luis de Francia y Jaime de Aragón, subsistió un vasallaje, al menos nominal, entre ellos y Francia”.
Debe tenerse presente que Ramiro III el monje, nunca abdicó de su título de Rey de Aragón; a su muerte el título fue heredado por su hija Doña Petronila, quien lo transmitió a su hijo Alfonso II. Que se tituló Rey de Aragón y Conde de Barcelona, pero no al revés. El marido de Doña Petronila, el conde de Barcelona, fue en tema “real” un convidado de piedra porque su suegro Ramiro no le cedió el título, aunque sí la función.
La historiografía catalanista no reconoce esta realidad, algo que fue y que hoy no podemos modificar porque faltan documentos que la avalen, ¿cómo justificar la “hegemonía” catalana con este contundente texto de Pedro el Ceremonioso, Rey de Aragón y Conde de Barcelona?:
“…y como quiere que los Reyes de Aragón están obligados a recibir la unción en la ciudad de Zaragoza, que es la cabeza del Reino de Aragón, el cual reino es nuestra principal designación y título, consideramos conveniente y razonable que, del mismo modo, en ella reciban los reyes de Aragón el honor de la coronación y las demás insignias reales igual que vimos a los emperadores recibir la corona en la ciudad de Roma, cabeza de su imperio”.
Todos habrán entendido las palabras del Rey Ceremonioso, salvo quizá mi anónimo comunicante. Lo importante del texto trascrito, es sobre la Coronación esta afirmación clara: Aragón es “nuestra principal” designación y título, se entiende en el orden de títulos que le corresponden como “patrimonio” ¿Dónde está la Confederación? Y sobre todo ¿donde está el falso orden preferencial “catalana-aragonesa”? ¿Debió ser más claro el rey Ceremonioso?
El problema es ¿por qué consentimos la manipulación histórica? ¿Tan difícil es explicar que el vínculo que unía a los reinos, condados y señoríos, era “la Corona”, la unión real, porque una misma persona era rey de Aragón, rey de Mallorca, Rey de Valencia, Conde de Barcelona, Señor de Montpellier, sin que tales territorios, de Cortes independientes suscribiesen como “soberanos”, ninguna federación ni confederación?
El refrán clásico decía desde Cervantes y sigue diciendo ahora “con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho”. Ahora la historia nos reparte historias convertida en iglesia. Mi respetado comunicante anónimo, tengo que decirle para finalizar que su tesis de confederación catalana-aragonesa ha “topado” con la historia real, que por políticas, confesables o inconfesables, pretende manipularse para conseguir una “rueda de molino” que no será comulgada por quienes tengan un mínimo de ciencia y conciencia histórica, que no toleran ya tanta manipulación. ¡Y lo peor: que esta manipulación es la que se enseña a nuestros estudiantes!