Per Baltasar Bueno
Ha sido valiente, claro y preciso Fernando Giner (PP) saliendo al paso de la manifestaciones hechas por Ascensió Figueres, del PP, presidenta de la Academia Valenciana de la Lengua, al diario ultracatalanista Avui, de Barcelona, donde la señora, ahijada política del presidente de la Generalitat (ex) Valenciana, Francisco Camps, daba ya por vendido todo el pescado valenciano al catalanismo.
Decía Giner que “ante los despropósitos de la AVL y del catalanismo imperante cabe dar un golpe de timón y enderezar el rumbo antes de que sea demasiado tarde”.
Ya verán lo poco que tarda Camps, el de la multitud de misas y procesiones, en abrirle un expediente y fusilarle políticamente al amanecer, cosa que ha intentado en diversas ocasiones, porque le molesta el sincero valencianismo del diputado y alcalde de Vallada.
Camps vive arrodillado ante el catalanismo, siguiendo los pasos de su ilustre antecesor Eduardo Zaplana, y como aquél traga carros y carretas, comulga, pero con ruedas de molino, e igual le da ocho que ochenta en cuestiones tan vitales que afectan a las señas de identidad y personalidad singular del pueblo valenciano.
La centenaria Real Academia de Cultura Valenciana también ha salido a la palestra ante las ignominiosas declaraciones de fe y praxis catalanistas hechas por Ascensió Figueres, quien no respira si no se lo manda Camps, denunciando la prédica y práctica anexionista a Cataluña que se hace con dinero público, “un adoctrinamiento pancatalanista que aula y mata la esencia valenciana secular”.
Genocidio lingüístico, genocidio del ser de un pueblo, quieren decir en el escrito, de lo cual es responsable el presidente Camps, que no mueve un dedo por poner la fe, el sentimiento, la historia, la tradición y el Estatuto de Autonomía de un pueblo en su sitio, ante los continuos embates de los catalanistas.
Camps, lo dice la RACV, está permitiendo que desde la AVL “se juegue con el nombre de idioma valenciano, contra la letra del Estatuto, intentando que diga lo que no dice, rebajándonos a los valencianos la potestad de gozar de lengua propia y definida, no unida a otra”.
Para la RACV, el Gobierno valenciano es consentidor de estas maniobras y de él asegura Figueres “que no ha negado nunca la pretendida unidad de las lenguas”. Exigen los académicos a Camps una definición suya y de su Gobierno “que devuelva a los valencianos el orgullo de serlo, de las dos lenguas oficiales que le otorgan el carácter, no desde la impostura anexionista. Aún estamos a tiempo”.
Pero lo de Camps, y eso lo digo yo, es estar por el tenis, las regatas, los cochecitos de la Fórmula 1, los grandes eventos, de los que ayer su impresentable machaca Vicente Rambla se ufanaba y pavoneaba en un balance de lentejuelas y fantasías, con la que está cayendo, que hizo con motivo del primer año de legislatura en el que olvidó decir que somos la Comunidad más endeudada de España y que la deuda per cápita de este territorio autónomo dobla la media nacional.
A Rambla se le olvidó decir que ni siquiera a los grandes dependientes les dan las subvenciones previstas en la Ley de Dependencia, dinero llegado del Estado, que, según los afectados, sigue estando ‘missing’. Este es el Gobierno que se define como el de las políticas sociales.