Per Eliseo Forcada Campos
Es esta una generación que ha soportado dos guerras mundiales, que ha presenciado el desplome de imperios y regímenes diversos; una generación de inmensos progresos en la ciencia, y al mismo tiempo una generación cuya seguridad política, económica y científica se ha visto sometida a duras pruebas. Esta generación no podrá hallar solución a los problemas de esta época sin referirse a los problemas eternos. El individuo que para solucionar sus problemas piense -“adhiérase Vd. a tal o cual partido y le solucionaran sus problemas”-, está en un gran error. Esa persona no conoce la estructura de judaísmo y por lo tanto del cristianismo.
Después de estudiar el Judaísmo a fondo, una de las principales conclusiones a las que hemos llegado es la del pensamiento independiente. Quien inventó aquello de que “la religión es el opio del pueblo”, no conocía ni entendía el judaísmo. El judaísmo exige el estudio del pasado y el presente; la investigación y la comprensión de los procesos de la naturaleza y de la historia.
Si el opio adormece tanto la inteligencia como la voluntad de actuar, el judaísmo y también el cristianismo exigen una actividad permanente. Los principios de caridad y justicia de bondad, verdad y santidad, requieren todos ellos estudio y acción. Nos preguntamos si el ser humano puede permitirse el lujo de permanecer con los brazos cruzados, preocuparse sólo de sí mismo y dejar que los demás se preocupen del prójimo.
Todo hombre tiene el deber de actuar contra la iniquidad y a favor de la justicia y contra el mal moral y el perfeccionamiento del mundo. La religión judía es una religión activa y operante. El Talmud dice: “No es obligación tuya concluir toda labor, mas no eres libre de sustraerte de ella”.
El sentimiento de responsabilidad hacia el prójimo está firmemente arraigado en el judaísmo. El hombre es la única criatura hecha a imagen y semejanza de Dios. Tenemos todos el privilegio de que el Señor estableciera sus pactos con nosotros: se nos ordenó que fuéramos “un reino de sacerdotes y una nación santa”. No debemos permitir que las condiciones exteriores nos cambien, sino que nosotros debemos cambiar dichas condiciones. “Los preceptos fueron dados para perfeccionar a las criaturas” dice el Talmud.
Una de las finalidades de la educación es que no poseamos actitudes contradictorias en los diversos ámbitos de la vida, según se trate de consideraciones particulares, económicas o políticas. El judaísmo no admite duplicidad moral. Todos los actos tienen que estar regidos por las mismas normas. Este es un gran principio de la vida pública: no nos unamos a personas, grupos o partidos que no reconocen esta unidad de concepción. Un mismo principio y una misma moral deben guiar tanto la vida privada como la pública; la del individuo como la de la colectividad. Una doble moral entraña corrupción política, y esta a su vez más corrupción
Eliseo Forcada Campos
Asociación Cultural Cardona Vives