Per Eliseo Forcada Campos
Así que toda la humanidad, antes de la venida de Cristo, es provocada al pecado por la Ley. San Pablo sabía que el hombre del pasado, a pesar de ser temeroso de Dios, no comprendía toda la profundidad del pecado, porque no descubría la santidad interior que Dios intentaba con la Ley.
Sin embargo la venida de Jesucristo, le ha dado al hombre suficiente fuerza para obtener la justicia moral y vencer al pecado. La Ley con la venida de Cristo, ha quedado anticuada. Con la venida de Cristo el hombre es libre a la manera de Adán, de forma que las normas divinas ya no provocan al pecado. La gracia de Cristo ha dado al hombre la fuerza para cumplir los Mandamientos. No obstante los cristianos pueden pecar y de hecho pecan, pero hay una nueva misericordia y en su caída se pueden levantar.
En la Carta a los Gálatas se pueden leer numerosas comparaciones entre las dos economías. Pablo las compara con los dos hijos de Abraham, Ismael e Isaac, uno nacido de la esclava, hijo en virtud de la carne, y el otro nacido de la mujer libre engendrado en virtud de la promesa divina. En la misma Carta a los Gálatas, dice que la Ley es maldición, pero esto no significa que el Antiguo Testamento ha sido declarado enemigo de Dios. Sólo quiere decir que la Ley ha quedado vacía, ya que las promesas en ella contenida han sido realidad.
Contemplado el pasado de Israel, Pablo ve por una parte, las promesas hechas por Dios a Abraham y que se refiere a todos los pueblos, y por la otra la Ley explicada a Moisés para uso exclusivo de su pueblo. Las promesas iban encaminadas a Cristo, sin embargo, la Ley inicia un conocimiento del pecado, del bien y del mal. Una vez Cristo ha cumplido las promesas la Ley no tiene razón de ser.
Moisés cuando recibió la Ley, no era en realidad contraria a las promesas, sino una cosa completamente diferente. La Ley producía el pecado a fin de que el hombre comprendiera la razón de la Redención. Para San Pablo los judíos que permanecen fieles a la Sinagoga y no han acudido al llamamiento divino, sufrirán un castigo comparable al que sufrió el pueblo en el pasado.
A simple vista esto puede parecer una degradación político-social del pueblo, es como si todas las persecuciones, calumnias y exilios fueran señales de elección divina. No obstante hay que tener en cuenta, que la noción del castigo ha sufrido transformación con el nuevo orden de la gracia. En el antiguo Testamento, Dios premiaba o castigaba de manera temporal. En la nueva alianza, sin embargo, el orden temporal y el espíritu están perfectamente separados, ahora el premio y castigo tiene una importancia capital, pues significa LA VIDA ETERNA.
La mayoría de libros del Nuevo Testamento contiene profecías del viejo, para explicar la incredulidad de los judíos. Las profecías citadas por San Pablo en Rom. 9-11 respecto a la incredulidad de Israel son de dos clases: unas son las amenazas proféticas anunciadas que Dios puede retirar el amor a su pueblo y dárselo a otra nación y las otras son avisos prediciendo el endurecimiento de las masas entre las cuales un resto será salvado.
Eliseo Forcada Campos. Asociación Cultural Cardona Vives