Per Eliseo Forcada Campos
Aunque no haya comunidad judío-cristiana, Dios no ha dejado a la Iglesia sin algo de Israel. Fue un error obligar al bautismo a los judíos en la Edad Media, y en tiempos posteriores, ya que se les fue separando de sus orígenes, y al mismo tiempo al no comprender a San Pablo, fueron considerándose a sí mismo como traidores a su pueblo, cuando en realidad es todo lo contrario.
La verdadera misión de la Iglesia con Israel es manifiesta, cuando los cristianos volvemos sobre nuestro origen judío a las escrituras, a la tradición de nuestra liturgia, a una forma bíblica de pensar y hablar, a encontrar a Israel dentro de nosotros. Entonces desaparecerán el prejuicio y el orgullo mutuo, y los judíos y el mundo entero reconocerán que nuestro Evangelio es fuente de amor y humildad.
Pablo exhorta a las ramas injertadas al tronco (gentiles y cristianos), a no engreírse ni despreciar a las ramas desgajadas; quizá con esto quiso prevenir el antisemitismo cristiano. La palabra antisemita es moderna, del siglo pasado y partió de Alemania, e indica claramente hostilidad contra los judíos y no hacia los demás países que hablan lenguas semíticas (en realidad raza y lengua semita, son dos cosas diferentes).
Pío XI dijo: “La Santa Sede condena toda clase de odio y enemistad entre los pueblos; repudia sobre todo el odio hacia el pueblo elegido por Dios en el pasado, odio que acostumbramos a designar por antisemitismo. Indudablemente la forma como se ha predicado el Evangelio, desde siempre, ha creado un tipo de judío enemigo y blasfemo hacia Jesús, y esta imagen ha entrado en el subconsciente del pueblo cristiano, apoderándose del odio pagano, que estaba creado por razones económicas y políticas”.
No obstante el antijudaísmo que pueda haber hoy en día, ya no es de origen religioso, porque esta corriente igual va dirigida a los judíos como a los propios cristianos. Pero el cristiano debe ser consecuente con sus principios. “Si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen esto también los paganos? (Mat.5,47)
El cristiano puede fácilmente confundir los razonamientos de San Pablo. Según el Apóstol, la actitud de superioridad del judío por ser hijo natural de Abraham, y no por parentesco espiritual, va en contra de la elección de Gracia. Judíos y gentiles pueden elegir la iglesia y por lo tanto la gracia, gratuitamente. Y sigue diciendo Pablo respecto a los cristianos que consideran inferiores a los judíos, que ciertamente han sido excluidos del Reino por incrédulos, pero hay que tener en cuenta que la fe de los gentiles no es debida a sus propios méritos.
En definitiva para el Apóstol, igual que el orgullo de un judío-cristiano, puede destruir el don de la gracia que ha recibido, igualmente el orgullo de un cristiano gentil, puede destruirla: “Porque si tú fuiste cortado de un olivo silvestre, y contra naturaleza injertado a un olivo legitimo, ¡cuanto más estos, los naturales, podrán ser injertados en el propio olivo ¡ (ROM.11, 20-24)
Eliseo Forcada Campos
Asociación Cultural Cardona Vives