Per Eliseo Forcada Campos
La antigua posición del Cristianismo con respecto a los judíos fue un tanto ambigua; por una parte no deja de reconocer que Israel es el Pueblo Elegido, pero por otro lado lo desprecia por creer que ha sido rechazado por Dios.
La Iglesia no aceptaba la resistencia hebrea en creer en Jesucristo. Da la impresión que le importa mucho más el pueblo hebreo que ningún otro. Este espíritu antijudío ya viene reflejado en el Nuevo Testamento, sobre todo en el Cuarto Evangelio.
Después de desastre judío de los años 70 y 135, y del éxito del Cristianismo entre los pueblos gentiles, se llegó a la conclusión de que el Pueblo Elegido había dejado de serlo. Durante la Edad Media se le fue permitiendo que, a pesar de todo, pudieran desarrollar sus aptitudes, pero siempre sometidos a persecuciones y violencias.
Durante las Cruzadas se organizaron verdaderas “cacerías”, acusándoles siempre de los más inverosímiles delitos, la actitud protestante por parte de Lutero no fue distinta. Sin embargo ninguna nación ha disfrutado de una amistad tan fuerte y duradera por parte de Dios, como Israel, pero a la vez ninguna ha tenido tantos sufrimientos. Después de 2000 años un nuevo Estado ha sido restaurado en la Tierra Prometida, pero bastante distinto al anterior. Fue como si dijéramos el premio por las tribulaciones y sufrimientos pasados sobre todo durante la Guerra Mundial.
Sin embargo el antisemitismo no ha muerto, y por lo tanto los cristianos no podemos permanecer neutrales y dejar que la Historia se repita, unos y otros estamos destinados a amarnos.
En el pasado hemos ido siempre a la greña, naturalmente ganaba el más fuerte, pero sería estúpido pensar quién empezó, es decir, el que arrojó la primera piedra.
Ciertamente que el Talmud contiene desprecios por los paganos en general. Incluso se nos acusa de politeísmo por nuestro Dogma de la Trinidad, sin embargo las injurias son pocas e incluso León X, pagó los gastos del Talmud durante el Renacimiento y al mismo tiempo lo consideró de gran valor espiritual.
Pero al margen de esta política destructiva, nació otra ordenada por la razón y la ciencia. En España, por ejemplo, tenemos muchos hispano-judíos que fueron un cúmulo de patriotismo y buenas cualidades: Hasdai, tesorero y médico de Adderramán III, Juda-ha-Levi, Avicebrón, Maimónides que tanto influyeron en Santo Tomás de Aquino y San Alberto Magno.
El judío no hace proselitismo desde el siglo IX, ya que se les fue prohibido por medio del Edicto de Milán y después se convirtió en norma; pero en todas la épocas ha habido cristianos que, o bien se han convertido al judaísmo, o lo han mirado con simpatía. Según cuentan los historiadores, en la ciudad de Lyón, por ejemplo, los cristianos del siglo IX, acudían más pronto a oír los sermones de los rabinos que los de su propio clero ya que estos últimos eran de peor calidad.
Judaísmo y Cristianismo, sin ser del todo dos religiones distintas, ya que tienen las dos a un mismo Dios, siempre han sido muy exclusivas ahondando las diferencias entre ambas.
Eliseo Forcada Campos. Asociación Cultural Cardona Vives.