Per Juan García Sentandreu
La izquierda nos ha esgrimido hasta la extenuación argumentos supuestamente “científicos” para defender la unidad entre la lengua valenciana y el catalán. La ignorancia, desapego y complejo generalizado han hecho que las mentiras científicas del catalanismo, repetidas un día tras otro, hayan adquirido la patente de verdad y legalidad. Pero es mentira. Es científicamente falso e imposible que el valenciano, ese “continuum” de las hablas íberas, latinas y arábigas que cristalizaron en el romanç valencià que cuajó como lengua independiente y anterior al catalán, pueda derivar de este.
El argumento del cientifismo que les ha llevado a la izquierda, a los catalanistas y a más de un acomplejado de la derecha a llamarnos ignorantes por defender la sustantividad de la lengua valenciana ahora es rechazado para sostener que el aborto es una atrocidad científica, legal y moral. Porque lo que pretende la nueva reforma socialista es convertir un mal objetivo en un derecho subjetivo sobre un argumentario ideológico y político carente del más mínimo fundamento científico.
El código genético que se dibuja en el cigoto desde el momento de la gestación en las entrañas de la gestante no es, en absoluto, el ADN de un apéndice o tumor carente de vida propia que se pueda considerar como un mal o enfermedad de su portadora. Es, nada más ni nada menos, que una vida nueva, con sustantividad y personalidad propia y diferenciada de sus progenitores. Ese es el triunfo de la vida.
Luego la nueva reforma socialista -y la anterior que debió derogarse y no se hizo cuando se pudo- lo que verdaderamente está otorgando es el derecho absoluto a impedir esa vida de ese nuevo ser que, fuera de la voluntad de su gestora, nacería y adquiriría su propia y natural independencia, desarrollando cada una de sus diferencias genéticas.
Que el aborto sea libre cuando el feto no sea “viable” hasta la semana “veintidós” deja a la intemperie la falta de argumentos científicos de esta reforma y simplemente apuntala la norma en la siniestra “justificación” de lo injustificable.
El argumento de la “viabilidad” no puede ser más ruin y monstruoso pues la vida es, por propia definición, siempre viable. Incluso con sus dificultades y enfermedades. Este mismo argumento podría justificar, pues, el acabar con la vida de los enfermos, ancianos o personas que sufran alguna discapacidad.
Así, la reforma de la ley del aborto socialista niega la evidencia científica –la existencia de una vida singular en el embrión– y destruye un principio elemental del derecho – la defensa de la vida–.
El aborto es un auténtico holocausto que esta sociedad nihilista y mediática –en la que tanto queda por hacer- no es capaz todavía de percibir con toda su carga de sordidez, gravedad y drama.
El aborto es una muestra más de la capacidad de autodestrucción que tiene el ser humano en nuestro tiempo. Algo que llegará a ser motivo de vergüenza generalizado, en algún momento.
Yo, que ya siento esa vergüenza ajena y que no quiero asumir ninguna culpa moral sobre esta atrocidad estaré el domingo en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia junto a la Plataforma “Derecho a Vivir”.