Per Eliseo Forcada Campos
Sin embargo para San Agustín, los judíos, son los responsables de todos los ultrajes de la pasión. Según San Pablo los judíos mataron a Jesús indirectamente, con ignorancia culpable. La mala voluntad no exime el pecado. El proceso de Jesús debería haber consistido en un examen de su doctrina y milagros, pero los que esperaban la venida del Mesías rehusaron todo análisis que pudiera ser contrario a sus intereses. El plan estaba perfectamente premeditado y bien urdido. Todas las leyes de los códigos civilizados exigen que haya testigos de cargo y descargo, con Jesús, en cambio sólo los primeros fueron llamados, con preparada falsedad. En el proceso contra Jesús se da nocturnidad y alevosía por parte del mismo tribunal que defiende la Ley. Fue maltratado durante el juicio y ejecutado a las pocas horas de ser condenado. Y lo más inconsecuente y sospechoso: fracasada la acusación religiosa, se pidió su muerte por delitos políticos.
El único y verdadero pecado de Israel es la infidelidad que comenzó en la vida de Jesús y aún continúa ahora. Sin embargo, y a pesar de todo, Dios es fiel a su palabra, y según las promesas mesiánicas era obligado primero ofrecer la salud a los judíos. “Debía venir primero a aquellos por cuyas palabras y a cuyos padres fue prometido”.Cumpliendo esta palabra dijo Jesús: “No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la Casa de Israel”. Quiso dar a entender, que no había de mostrar su presencia corporal sino a los judíos solamente, que lo vieron y lo mataron, sin embargo, muchos de ellos, antes y después de la crucifixión creyeron. Jesucristo mandó predicar primero el Evangelio a los judíos, San Pablo a ellos predicó también, aunque no encontró uvas sino espinas y se pasó a los gentiles.
La predicación del Evangelio fue hecha a ellos en situación de privilegio. Así se interpreta la parábola de la mies y los segadores. El campo es Israel, trabajaron la siembra, Abrahán, Isaac, Jacob, y profetas. A la llegada del Señor se halló que la mies estaba ya madura y muchos abrazaron el Evangelio. A los gentiles no envió segadores sino sembradores. Pero los suyos “no lo recibieron” (Juan 1,2). Los suyos, explica San Agustín, son los hombres, que Él creó, pero sobre todo son los judíos a quienes llamó y dio prioridad sobre los gentiles.
De todo esto se deduce que la Iglesia es continuadora y sucesora legítima de la Sinagoga, con todos sus privilegios. En virtud de la Alianza del Sinaí quedó Israel constituido en pueblo de Dios. Sus relaciones de amor lo hacen viña del Señor, esposa, rebaño, hijo adoptivo. Los privilegios no cesan, sólo que ahora pasan al nuevo pueblo del Mesías. “Por la fe no hay griego o judío, libre o esclavo, hombre o mujer, todos sois iguales en Cristo Jesús” (Gal, 3, 28-29).
La muerte y resurrección de Jesucristo sitúan a la Iglesia en el tiempo y la geografía. Su carácter sobrenatural la hace trascendente.
Eliseo Forcada Campos. Asociación Cultural Cardona Vives