Per Eliseo Forcada Campos
Pero al profundizarse la conciencia religiosa, la persona se sintió cada vez más objeto de la atención por parte de Dios. Todos llegaron a saber que su destino personal estaba en manos de Dios y estaban seguros que Dios no se olvidaría de ellos. La forma de que estos puntos fueran expresados por primera vez fue la creencia en la resurrección. El israelita estaba seguro de que su salvación personal, que sería además permanente, eterna, era querida por Dios, y por ello espera participar junto con los demás justos en la gloria futura de la nación.
Junto con el concepto mismo de la salvación, también la idea de la forma se hizo cada vez más trascendente. El juicio sería forense en que, sin intervención de los poderes terrenos, el destino del hombre sería decidido por Dios o por su Ungido; también la ejecución de la sentencia quedaría en manos de los poderes sobrenaturales, mediante una acción milagrosa de Dios, que destruiría el viejo orden de cosas y llamaría a un orden nuevo.
Finalmente, la esperanza mesiánica adquirió una matización esencialmente nueva en la época posterior al ser cada vez más sistematizada en la obra de los estudiosos de la Torá. La libertad de imaginación religiosa fue reemplazada por la investigación erudita de los escritos de los profetas que determinaban doctrinalmente los detalles del cuadro mesiánico del futuro. La tarea primaria de los estudiosos de la Torá consistía por supuesto, en fijar y elaborar el derecho. Pero con los mismos métodos desarrollaron y definieron también las ideas religiosas, incluidas las expectativas mesiánicas.
Especial interés conserva, y para terminar el capítulo de hoy, esta plegaria del Eclesiastés:
Reúne a todas las tribus de Jacob
y dales su heredad como antiguamente.
Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre,
de Israel a quién nombraste tú primogénito;
ten compasión de tu ciudad Santa,
de Jerusalén, lugar de tu reposo.
Llena a Sión de tu majestad,
y al Templo de tu gloria.
Da una prueba de tus glorias antiguas,
cumple las profecías por el honor de tu nombre.
Recompensa a los que esperan de ti
y saca veraces a tus profetas,
escucha las súplicas de tus siervos por el amor a tu pueblo,
y reconozcan los confines del orbe que tu eres Dios Eterno.
Eliseo Forcada Campos. Asociación Cultural Cardona Vives