Per Cesáreo Jarabo
En la tarde de ayer se celebró una conferencia sobre familia y medios de comunicación a cargo del director de “El Mundo, Castellón al día”, D. Juan Lozoya.
Resultó francamente interesante y encomiable la sinceridad vertida a lo largo de toda la exposición. Tan es así que al finalizar la misma, y habiéndoseme concedido la palabra, agradecí públicamente esa sinceridad con la que declaré también públicamente mi posición ante los medios de comunicación, que se concreta en mi particular marginación de los mismos, siendo que no leo prensa, no escucho radio ni veo televisión, con el declarado fin de no contaminar mi espíritu con los mismos.
Y es que, como ya afirmase el maestro Unamuno de los políticos, también los medios de comunicación del sistema mienten cuando afirman, mienten cuando niegan, y sobre todo, mienten cuando callan.
Hubo otras intervenciones que, sin ser tan directas, corroboraban la idea que yo mismo efectué, pero lo que me llamó la atención fue que, habiendo finalizado la conferencia, el señor Lozoya que, vaya por delante, me causó una muy favorable sensación por todo lo que dijo, me cogió aparte para comentar en privado lo que yo había expuesto y, lógicamente, defendió su postura. Yo lo entiendo; en definitiva de ahí come, pero en absoluto, y a pesar de su amplio conocimiento y creo que honestidad, logró variar mi modo de pensar hacia los medios de comunicación, y es que el concepto de los mismos, forjado en la realidad diaria, es difícil de variar en una amigable conversación.
Me afirmó que no mienten, y yo le insistí en que sí lo hacen, porque se puede mentir diciendo una verdad sesgada, destacando un hecho sin importancia para usarlo con un fin determinado, o acallando un hecho o una idea importante, con el mismo fin. No es necesario decir que dos y dos son cinco para mentir; basta con presentar las noticias con un sesgo determinado, o callar las noticias, o destacar cuestiones colaterales... o callar esas cuestiones... para mentir, y en todo eso, los medios son unos expertos.
Insisto que tengo asumida la honestidad del señor Lozoya, y si se me apura, la honestidad del resto de profesionales de la comunicación... Lo cual me hace colegir que su realidad no pasa de ser la de siervos que cumplen su función con el único objetivo de poner en la mesa un plato de sopa. Lo entiendo.
En la conversación se me ocurrió señalar la posibilidad de que me tuviese en cuenta para una columna en su diario, con la periodicidad que él mismo marcase, y ahí, justo ahí es donde el eslabón de la cadena muestra su efectividad. La respuesta fue rotunda, y el que quiera leer entre líneas, que lo haga: Lo tiene todo cubierto.
¿Y por qué lo tiene todo cubierto cuando mi pluma es superior a la pluma de algunos que ocupan espacio en el diario?... ¿Será porque mis opiniones no son lo suficientemente correctas? La censura es manifiesta, terrorífica diría yo.
Pero a mí no me importa; al fin llego a más personas que algunos periódicos.
Delenda est democratia