Per Joaquín Serrano Yuste
Mucha gente pasa de política y es comprensible. No hay más que ver los últimos acontecimientos para desganarse. En este caso es en el PP. Dice Rajoy que no es Job y para demostrarlo no tiene mejor idea que cesar de militancia a Ricardo Costa, mientras otros, como Cobo, llaman nazis a altos cargos, sin mayores consecuencias; doble vara de medir que quizás se explique por el apoyo que al segundo le presta Gallardón y que al primero no le presta su jefe, Camps, a pesar de todas las ratificaciones de boquilla. Y la sanción es por algo tan grave como exigir justicia "con todo respeto y sin entrar en polémica", y la mención a su condición de secretario general, cargo que según el acta del comité regional continuaba ejerciendo a pesar de Cospedal, que por si fuera poco se permite vetarlo como conseller ante la incomprensible aquiescencia del president de la Comunitat que olvida que se debe a los valencianos que le votan, y agacha la cabeza ante Génova.
Pero hay cosas peores, como saltarse a la torera los estatutos de un partido, incumpliendo un procedimiento que vincula a todos. Aquí no, ordeno y mando, legalidad, derechos de defensa, comunicación en tiempo y forma, justicia para un militante prometedor con 20 años de servicio, nada de eso. ¿Qué pensarán los cientos de miles de afiliados y simpatizantes, a los que mañana les puede tocar el no ser borreguitos y que los tiren? ¿Cómo se puede confiar en un buen gobierno de alguien que actúa con arbitrariedad? Para mí, las personas siempre son más importantes que los partidos, a los que hay que exigir justicia para todos.
Aquí hay un Job y muchos Judas, pero la vida da muchas vueltas y cualquiera puede ser crucificado.
Notario