Per Cesáreo Jarabo
Cuando nos ponemos a hablar de nuestra clase política, inequívocamente surgen dos adjetivos que les son aplicados de forma dispar, casi siempre conjunta, aunque variando la gradación de unos a otros. Meditemos en el aserto y creo que los mismos son inequívocos: mediocres y perversos.
No obstante, y sobre todo entre quienes gozan de la primera de estas cualidades, si bien no de la segunda, surge la duda; a saber: Si son incompetentes, ¿cómo es posible que detenten los puestos que detentan?
Esa es una pregunta que nos hacemos todos, cierto, pero algunos tenemos una respuesta que me atrevo a apuntar: Esta pandilla de mediocres y perversos está puesta por sus amos, que son perversos, pero no son precisamente incompetentes. Estos crisoles de la perversión se mantienen en la sombra, ocultos, manejando los hilos que mueven a los títeres; no indicándoles qué deben hacer, sino más bien controlando qué es lo que no deben hacer. Tienen suficiente con ello, pues la incompetencia de los del relumbrón es suficiente arma mortífera.
¿Y por qué hacen semejante juego en vez de instalarse ellos al frente del cotarro y manejarlo a su antojo?... Porque el crisol de la perversión aspira, y parece que consigue, que los tiranizados sean gobernados por ellos mismos, ya que si fuesen ellos quienes diesen la cara, recaería sobre ellos la inquina de los tiranizados de base... Si es que acaso, por algún milagro, llegase a producirse.
Y siguen diciendo los mediocres no perversos: ¡Pero bien que son elegidos por la voluntad popular!... Sin que tan siquiera lleguen a cuestionarse qué es eso de la voluntad popular; sin que lleguen a cuestionarse qué es la propaganda; por qué existe la propaganda; por qué se gastan cantidades ingentes de dinero en propaganda... para vender una pastilla de jabón o para encumbrar un político... Y es que no vende quién mejor producto ofrece, sino quién más y mejor propaganda efectúa... Y eso se hace a base de poder mediático... y el poder mediático, a base de dinero...
Entonces no hay nada a hacer, siguen diciendo los mediocres no perversos y los cobardes, que en esta ocasión ven agigantada su voz por el propio interés del sistema... Pues sí hay algo que hacer. Que cada quién piense qué pude hacer, y que lo haga. Entonces, y solo entonces, dejarán de tener protagonismo los mediocres perversos, para dar paso a los puros perversos. Entonces les conoceremos la cara, y entonces, al final, nada podrá la propaganda; nada el poder económico ni el poder represivo frente a la voluntad de pervivencia, de bien, de patria y de justicia que los oprimidos manifiesten de una manera firme y decidida.