Per Juan García Sentandreu
Camps anunciaba que el Partido Popular presentaría una iniciativa legislativa de «defensa de las señas de identidad valencianas» ante los ataques del catalanismo y muy en concreto contra una web de la Generalidad de Cataluña en la que dice que la Albufera y las Fallas son fiestas catalanas.
Esto estaría bien si no fuera puro fuego de artificio o munición electoral. Estamos ya en precampaña. Personalmente le recordé al señor Camps que esa ley, en formato de iniciativa legislativa ciudadana de recogida de 50.000 firmas, la presentó en diciembre de 2007 Coalicio Valenciana ante la Mesa de las Cortes Valencianas y fue rechazada con los votos del PP y del PSOE. Ahora, su partido plagia la iniciativa pero oculta la verdadera cara de un PP que sólo hace guiños al valencianismo mientras mantiene en las instituciones toda la estructura política del catalanismo que Lerma y Ciscar fueron construyendo desde 1982.
Zaplana y Camps, lejos de oficializar la centenaria Real Academia de Cultura Valenciana, pactaron con Pujol la creación de la Academia Valenciana de la Lengua en cuyo frontispicio ya se anuncia la verdadera traición de su cometido. «El català es la llengua oficial de Catalunya, de les Illes Balears i de la Comunitat Valenciana» es lo que hoy mi hijo ha aprendido en el colegio y lo que figura en el libro de texto de valencià homologados por la Generalitat del valencianísimo Francisco Camps.
Lo mismo que Gonzalez Pons pasará a la historia de la política valenciana como el hombre que pactó en el domicilio barcelonés de Joan Rigol con Esquerra Republicana de Cataluña, Partido Socialista Catalán y Convergència i Unió las claves políticas de la falsa unidad lingüística del valenciano y el catalán mientras nos sacaba la lengua a los valencianos, Camps pasará a la historia como lo que es, un auténtico cobarde por no tener el valor de detener el proceso de catalanización emprendido por el PSOE y mantenido y alentado por su partido desde que en 1995 llegaran a la Generalitat. Sobre sus hombros recaerá —y nosotros se lo recordaremos— la responsabilidad histórica de haber engañado a todo un pueblo y de haber permitido que la mentira del catalanismo se introdujera en las páginas de nuestra historia, para modificarla y manipularla a su antojo y, también y lo que es peor, para dominar las conciencias de nuestros hijos.