Per Juan García Sentandreu
Arturo Mas, nuevo presidente de la Generalitat catalana, lejos de acatar la reciente sentencia del Tribunal Supremo en la que decreta la nulidad del modelo de "inmersión lingüístico" que prohíbe la docencia del castellano y en castellano en todos los niveles educativos, ha ahondado en la herida y ya ha declarado que no va a acatarla. Mas, que ha pedido a la sociedad catalana una nueva transición hacia el soberanismo, vuelve a tensar la cuerda de la legalidad y, desafiando al estado y a la Constitución, opta una vez más por una posición radical y rupturista.
En un alarde de cinismo pide que "Dios no quiera" que Rajoy saque mayoría absoluta en el 2012 para así poder cerrar una nueva alianza donde la banda CiU pueda convertir el gobierno de España en una "sierra Morena" donde estos bandoleros de camisa blanca puedan enseñorearse a su antojo y empobrecer cada vez más a la nación que tantas veces han expoliado. Volvemos a lo mismo.
Ahora, Mas ha sido más o menos Mas, y en su toma de posesión del cargo de President ha expresado que desea la "plenitud nacional" para Cataluña, aunque ha resaltado que no es un trabajo para impacientes, sino una misión que debe cumplirse a largo plazo, ya que ahora la prioridad es luchar contra la crisis. No obstante a ello y para que no quepan dudas que su proyecto soberanista tiene su propia hoja de ruta él mismo se ha autoproclamado "constructor de la nación catalana, no un liberador".
Más de lo mismo: el nacionalismo más o menos imbécil y acomplejado de siempre que no sabe construir ningún proyecto propio si no es a base de robarle la cartera al vecino. Quieren construir una nación catalana sin tradición histórica ni política. Sólo con los exabruptos y las algaradas propias del guerracivilismo más cruento y fascistoide. Eso es lo que son los nacionalistas catalanes: los fascistas del siglo XXI que construyen sobre sus mitos y fantasías movilizadoras una auténtica mentira.