Per Joaquín Serrano Yuste
De los múltiples actos festeros de los que disfrutamos por estas tierras, hay uno muy singular, que no se encuentra en otros lugares y que no deja indiferente a quien lo presencia, los de aquí porque lo disfrutan y les emociona, los de fuera porque se sorprenden o les asusta. Es la mascletà, un espectáculo pirotècnico basado en el ruido (mucho) y el ritmo. Su origen es curioso, tras la nefasta batalla de Almansa se desmanteló el parque de la ciudadela de Valencia donde se fabricaban armas y cañones que se destruyeron o vendieron, entre ellas las culebrinas valencianas, llamadas trancas, cuyos cañones adquirieron los herreros para hacer herraduras, pero los de Burjassot, Godella, Moncada y Bétera los conservaron y a partir de 1707 para celebrar las fiestas los clavaban en el suelo, cargaban con pólvora y disparaban tracas. También compraron bombardas o canterellas. Al disparo de tracas y al final una salva de canterellas se le llamó mascletà. A la mascletà se va generalmente en compañía y de fiesta, empieza con tres truenos de aviso, el disparo se inicia despacito y va aumentando en intensidad y volumen de sonido hasta llegar al terremoto donde explotan muchos masclets en tierra y si es buena debe hacer vibrar el suelo y a ti, sigue con explosiones aéreas de gran fuerza que forman un bombardeo, y tres carcasas que indican el fin. Este es el esquema ordinario pero pueden introducirse volcanes, crackers, silbatos, piti, crosetas, colores o efectos luminosos. Lo fundamental mucha intensidad, ruido y cadencia, no son admisibles largos silencios ni interrupciones.
Disfrútala, y no te tapes los oídos, abre la boca y respeta las indicaciones de seguridad, cientos de kilos de pólvora no son una broma, son arte.