Per Wenley Palacios
Discurso como Mantenedor de Ana Valbuena i Roig - 50 Violant d´Hungría
Señoras y señores, amics tots, permitidme que agradezca su presencia a las Excelentísimas autoridades que nos acompañan.
Que salude al Prohom dels Cavallers de la Conquesta, a su secretario, aquí conmigo, y a la representación de todos aquellos caballeros, que, con otros muchos, hicieron posible la conquista de Ares y Morella, de Burriana, Cervera, Vilafamés, Castellón en su antiguo emplazamiento, Borriol, Alcalatén y Peñíscola, luego Chivert y poco antes de Valencia, Almenara y Vall de Uxó.
Saludo a las bellas damas de compañía, Na Dolça, Na Ermengarda, Na Eva, Na Margarida, Na Provençala y Na Rama. Y sobre todo, de una manera muy especial, a Ana, Na Violant, joven y bellísima, como lo era aquella Princesa húngara, que ha tenido la gentileza de elegirme para que esta noche hable en su proclamación. No tengo ningún mérito para ello, salvo la amistad con su familia desde hace años, ya con su entrañable abuelo, Miguel Roig; y por tradición familiar y por sentirlo profundamente, por ser un forofo de las señas de identidad de Castellón y de todo lo de nuestra tierra.
El tema impuesto al mantenedor es hablar de patria, fe y amor, pero hay un concepto más importante que ninguno de ellos. El otro día me preguntaron qué pedía a los Reyes Magos para todos los españoles. Libertad, contesté, mucha libertad, porque sin libertad no se puede ser feliz, no se puede tener patria, ni fe, ni amor. Por la libertad podemos dar la vida, sin pensarlo dos veces.
En estos tiempos de lucha en defensa de nuestras señas de identidad, nos detenemos y celebramos, como una importantísima seña, las Fiestas de la Magdalena. Días de llenar nuestras calles de flores, de canciones, de mujeres preciosas. De señalar la hermosura de vuestras damas y de una manera especial vuestra gran belleza, Na Violant; vuestro porte distinguido, vuestra silueta sin parar, vuestra elegancia y lo que representáis en esta tierra y en nuestra historia. Hablaré esta noche de cómo Don Jaime luchó por su libertad y cómo para gozar de libertad creó un Reino distinto a los que había heredado, libre de ataduras; y de cómo, por eso, nosotros somos como somos y lo que somos.
Una corriente intelectual dice que el objetivo de la historia no son las culturas, ni los imperios, ni los estados, ni las razas, ni las clases sociales, que la historia es la historia de la libertad. Mientras Juan Sin Tierra de Inglaterra, se vió forzado a firmar la Carta Magna en 1.215, cediendo gran parte de sus privilegios reales, documento considerado importantísimo en la historia de las libertades de los pueblos, Don Jaime tiene siete años y medio, es un niño huérfano que sufre y está aprendiendo a hacerse un hombre, en su particular lucha por la libertad.
Don Jaime nació providencialmente. Su padre, Don Pedro, hacía años que había abandonado el lecho de su mujer y se entretenía en otras sábanas. Un día, sus nobles le anunciaron que habían preparado una bella dama para que pasara la noche con ella. Don Pedro ¡como no! accedió. Pero cuando se metió en la cama, se encontró a su mujer, Doña María de Montpellier, nieta del Emperador de Bizancio. Era tan aficionado al menester que no le hizo ascos, con tan buena suerte, que de aquella extraña y única conjunción nació un niño, Jaime, en enero de 1.208.
A poco de cumplir cinco años, su padre murió en la batalla de Munat, a manos del cruzado Simón de Monfort, que custodiaba al niño como rehén de cierto pacto. Ese mismo año había muerto su madre, por lo que el Papa ordenó que lo custodiaran los Templarios en el inexpugnable Castillo de Monzón, preservándolo del Conde Sans y de su tío el Infante Don Ferrán, que querían arrebatarle el reino de Aragón y los condados catalanes y transpirenaicos. El Papa lo tomó bajo su protección a los 11 años y propició su boda con Doña Leonor, cuñada del Rey de Castilla, en la confianza de que éste protegiera a Jaime aún de tierna edad, sólo tenía 13 años. Tuvo que esperar a los 14 para consumar el matrimonio, como exigía el tabú de aquellos tiempos.
Doña Leonor y Don Jaime, cuando él aún no tenía 16 años, fueron secuestrados por los nobles aragoneses en Zaragoza, que, desde pequeño, constantemente, le hacían valer y jurar sus derechos feudales. Durante veinte días, a los pies de la cama de Doña Leonor y Don Jaime, todas las noches dos caballeros armados vigilaban a los esposos. Al año siguiente Don Jaime cedió a las exigencias de los nobles. Doña Leonor no soportó tanta humillación y, en cuanto pudo, retornó a Castilla. Concedido el divorcio, cuando tenía 27 años, Don Jaime se casó con Doña Violant, preciosa princesa de 16 años, hija del Rey de Hungría y de Yolanda, hija del Emperador de Constantinopla. Para entonces ya había conquistado Mallorca en empresa donde destacaron los nobles catalanes. Los nobles aragoneses, para no ser menos y aumentar su poder, pensaron conquistar Valencia, pero Don Jaime se opuso, estaba harto de sufrir humillaciones de unos y de otros. Escribió en su Crónica: “Yo os haré ver quien soy y lo que valgo” y emprendió la conquista de Valencia con nobles de menor rango, los caballeros monjes de las órdenes militares y las huestes de varios obispos; porque quiso hacer del Reino de Valencia un reino distinto a los que había heredado de su padre, Aragón y los Condados de Cataluña. Quiso hacer un reino suyo, propio, donde no hubiera nobles feudales, aquellos que le habían amargado desde los cinco años. Por fin conquistaría estas tierras para la cristiandad y la libertad para él.
Se empeñó en la toma de Burriana. Una vez la aseguró, hizo venir a Doña Violant, para que los nobles supieran su propósito de conquistar Valencia y los moros de la ciudad también lo supieran. Poco después, cuando toma El Puig de Santa María y establece allí el campamento para la definitiva conquista de la ciudad de Valencia, también lleva a Doña Violant a su campamento. Ella vive entre las mesnadas, ayudando, aconsejando y amando a Don Jaime. Desde que se vieron en Barcelona por primera vez, Don Jaime se enamoró de aquella jovencísima princesa de cabellos rubios, suave y elegante, que al poco demostró su gran honestidad, su equilibro emocional y se convirtió en la madre de seis de sus hijos y en su primera consejera.
Convoca una Cruzada para la conquista de Valencia en 1.237 cuando ya son suyas muchas plazas de esta tierra. Al Norte, Ares, Morella, Todolella, Burriana, Cervera, Castellón, Borriol, Alcalatén, Peñíscola, Chivert; en 1.238 conquista Almenara y Vall d’Uxó, así como otras muchas plazas del Reino. El día de San Miguel de 1.238 firma en Ruzafa la capitulación de Valencia con el Rey Zayyán. El 9 de octubre entraron Don Jaime y Na Violant solemnemente en la ciudad.
Al poco de la conquista otorga la “Costum” de carácter municipal y luego els Furs, que extiende a todo el Reino. Els Furs fueron jurados por él y ordenó que los jurasen sus sucesores. No tienen nada que ver con los Usatges catalanes de carácter feudal, ni con los fueros aristocráticos y nobiliarios de Aragón, están extraídos de leyes musulmanas e islámicas entre otras, pero sobre todo del Código de Justiniano y del Código Canónico; redactados por el propio Don Jaime, que fue un magnífico legislador.
Se inspiró en Aristóteles: En el estado bien gobernado la clase media debe ser más poderosa que las otros dos reunidas, el clero y la nobleza. Ordenó que los Magistrados actuaran por tiempo limitado; al menos dos, nunca uno solo; y no podían ser reelegidos hasta que rindieran cuentas del cargo anterior y fueran aprobadas. Creó moneda propia. Su organización del Reino impulsó la vida municipal y el comercio. El Llibre del Consulat del Mar fue el primer código de derecho mercantil. El pueblo llano formó parte de las Cortes de Valencia. En todo resalta el amor de Don Jaime por la libertad; por ello garantiza que nadie abusará del poder, como abusaron los nobles aragoneses y catalanes de él, en su niñez y en su más tierna juventud. Por eso hizo libres a las gentes de este Reino. Cien años después, cuando Francesc de Vinatea, por la donación de Castellón y otros pueblos, reclama al Rey Alfonso II de Valencia haber desmembrado el Reino y violado Els Furs, ante la sorpresa de su mujer Elionor, hermana del rey castellano, le dice: “Nuestro pueblo es libre, no está sojuzgado como el de Castilla, me tienen como a su señor; y nos a ellos como buenos vasallos y compañeros”.
En aquella época las leyes se escribían en latín, pero en 1.261, las hizo traducir al valenciano, a la lengua que aquí “hablan mis súbitos”. Tanto en las leyes de Don Jaime, como en el boom de la literatura valenciana de los siglos siguientes, se dice claramente que escriben en valenciano. Don Jaime quería un reino distinto a los heredados, con legislación, organización, moneda e idioma distintos. Como hizo con las leyes, no trajo el idioma castellano que hablan los aragoneses, ni la lengua de Oc que hablaban los catalanes. Tradujo sus leyes del latín al valenciano que hablan sus súbditos.
Preguntad a vuestros abuelos, a vuestros padres, qué hablaban cuando eran pequeños. Os contestarán: valenciano. Preguntad en las masías del interior qué hablaban sus padres, sus abuelos, os dirán: siempre han hablado valenciano. Hace unos años, han aparecido unos listos, apesebrados en el Instituto de Estudios Catalanes, que sueñan con esclavizar este Reino a Barcelona, y crear eso que llaman els Paisos Catalans, que nunca han existido. Esos supuestos sabios han decidido que catalán y valenciano son lo mismo. Habrá que explicárselo a vuestros abuelos, a mi mismo, a ver si logro entenderlo. En más de 750 años, de Don Jaime aquí, no nos habíamos enterado que hablábamos catalán, pero ¡milagro!, han venido los traidores catalanizados, que sueñan con arrancarnos de España y crear los Países Catalanes y han decidido que ambas lenguas son iguales. Esa colonización que no hizo, ni consintió Don Jaime, se ha inventado en el siglo XX, creando un catalán de laboratorio, en base a lo que se hablaba en 1.905 en la ciudad de Barcelona, no en toda Cataluña.
Hace un año asistí a la presentación de la reedición del “Els valencians de secá” de Gaetá Huguet, un castellonense conspicuo, cuya Fundación es muy conocida. El libro evidencia que Don Gaetá, hablaba y escribía valenciano, porque el “catalanista” que dirigió la segunda edición, ha tenido la osadía, para educarnos, de poner al final del libro un diccionario traduciendo la mayoría de las palabras que usaba Don Gaetá, por las que él y el Instituto de Estudios Catalanes consideran correctas. Don Gaetá no las escribió mal, es que las han traducido al catalán fabricado hace ahora un siglo. El autor del libro las escribió en el valenciano que hablamos en Castellón.
Somos diferentes de los catalanes porque Don Jaime sufrió desde pequeño a aquellos nobles feudales, aragoneses y catalanes. Estaba hasta la corona de ellos. Le hicieron la vida imposible, exigiendo supuestos derechos, que jurase privilegios para ellos; y cuando encontró la oportunidad de hacer un reino suyo, en Valencia, se dijo: no, aquí no habrá nobleza feudal, me apoyaré para la conquista en la baja nobleza, en las huestes de los obispos, en las órdenes religiosas y en todo aquel caballero que quiera ayudar en la Cruzada contra los moros; y haré un reino a mi manera, donde se hablará la lengua que se habla aquí, no la que se habla en Aragón, ni la que se habla en Cataluña, y lo dotaré con leyes nuevas, distintas de las demás. Un Reino exclusivamente mío, donde yo sea el Rey y esos nobles no puedan entrar en mi alcoba y secuestrarme mientras duermo con la Reina. Donde el pueblo llano sea libre y tenga sus derechos, que yo juraré, y tenga asiento en las Cortes de Valencia.
Ese era Don Jaime y en esa labor le ayudó, de manera especial, con gran equilibrio, dándole amor y consejo, vigilando sus intereses, procurándole muchos hijos, Na Violant de Hungría, preciosa mujer, inteligentísima mujer, de la cual se prendó, nada más verla en Barcelona; y ella de él, porque Don Jaime ha sido descrito como: “el hombre más guapo del mundo, le llevaba un palmo a todos los demás”, bien proporcionado, rubio y de cara rosada, guerrero famoso, conquistador de tierras y magnífico organizador y legislador. Na Violant dio seis hijos a Don Jaime. El primogénito, es quien, en los últimos años, ayuda a su padre a sofocar otra rebelión de los nobles aragoneses y catalanes, por última vez. Aunque encabezaba la revuelta Fernando Sánchez, Barón de Castro, hijo bastardo de rey, cuando lo apresó, lo ajustició ahogándolo en las aguas del río Cinca. Entonces comprendieron los nobles feudales que no habría piedad para los que se levantaban contra su legítimo rey. Aquel primogénito fue Pedro I de Valencia, conocido en la historia como Pedro el Grande.
Termino deseándoos unas fiestas muy felices, que vuestro reinado Ana, acompañada de tus damas, Belén, Pilar, Lidón, Tamara, Carla y Lledó, aunque solo por un año, sea muy feliz. Luego veréis que se es Na Violant durante toda la vida, que en la calle os reconocerán año tras año, que otras Na Violant os tendrán por su predecesora, como tu tienes a las que ya lo han sido, y que todas formaréis un equipo de bellas mujeres, siempre dispuestas a velar por las señas de identidad de Castellón, las Fiestas de la Magdalena, la Virgen de Lidón, el valenciano y todas nuestras tradiciones, desde los Cavallers de la Conquesta al mítico Tombatossals, desde el Fadrí y la Catedral a este maravilloso Auditorio, siempre en compañía de la magnífica partida que hizo posible la Cruzada de Valencia dirigida por el Rey Don Jaume, els Cavallers de la Conquesta, para que nosotros seamos lo que somos, hombres y mujeres libres, españoles valencianos, de Castellón.