Per Wenley Palacios
Don Jaime había dirigido la conquista de Mallorca con el dinero y la ayuda de los catalanes, que se cobraron sacando el jugo a las islas. Los nobles aragoneses pensaron que ellos exprimirían las tierras y bienes de Valencia. El Rey, que se las tenía juradas a unos y a otros, "yo os haré ver quien soy y lo que valgo", no lo consintió. El nuevo Reino de Valencia sería exclusivamente de él. Convocó Cortes en Valencia y siguiendo el sabio principio aristotélico, llamó a un tercer estamento, el pueblo llano, en numero superior a la suma de los otros dos, el clero y la nobleza. Hizo venir a gentes de Castellón, de Vilafamés, de Burriana, de Gandía y de otras ciudades y les hizo hombres libres. Organizó su nuevo Reino con leyes nuevas, els Furs, con moneda nueva, els Reals, con nueva administración y manteniendo el romance "que hablan mis súbditos de aquí".
El latín vulgar extendido por los soldados y colonos romanos por toda Europa, desde la Tracia a Galicia, se mezcló con las lenguas de los primeros pobladores y las que trajeron, luego, los pueblos visigóticos y los árabes, creando un caldo de cultivo distinto en cada parte, de los que nació gallego, castellano, valenciano, catalán, provenzal, francés, italiano, rumano. Puede que el habla del Ampurdán o el Lemosín, lleguen a parecerse al llamado catalán que inventó de Plá de la Riva a principios del siglo XIX. Las lenguas romances no tienden a la unificación sino a la distinta evolución de cada una. La solución la conocerán los estudiosos dentro de 500 ó 1000 años.
Una minoría catalana oligárquica quiere hacer ver que las distintas lenguas de Cataluña, Baleares y Valencia son la misma. Por aquello de "como hablamos todos catalán, todo es Cataluña". Argumento de que usaron los nazis en Austria, Sudetes y otros territorios de habla alemana. Llevaron los tanques y se los quedaron. Si no fuera por ese afán expansionista, las diferencias entre catalán y valenciano sería una discusión de filólogos, sin interés en la calle. Pero a Prat de la Riba se le ocurrió, hace 100 años, inventar los Países Catalanes e incluir a los valencianos. En tiempos del último dictador, Jordi Pujol llevó a la quiebra a Banca Catalana porque la saqueó empleando sus fondos en propagar el expansionismo catalanista creando comandos en nuestras tierras. Ese papel lo ha asumido luego la Generalitat catalana, que alimenta a sus infiltrados.
Aquí nunca se ha hablado catalán, sino la más bella de las lenguas romances, como han reconocido los escritores de todas las épocas, la cual ha producido una extensa literatura de máxima calidad. No hay Estatuto, ni ley, ni AVL, ni IEC, que pueda decir qué o cómo es lo que hablamos. Los jóvenes inventan sus palabras y sus modismos, los poetas crean palabras que necesitan para expresarse, los escritores de vanguardia utilizan palabras nuevas que oyen en las calles. Solo así se enriquece un idioma y las academias --nunca las leyes-- las reconocen e introducen constantemente en las nuevas ediciones del diccionario; y, mientras se imprime, el pueblo crea otras más nuevas. Así se hacen los idiomas, porque cada palabra, máximo exponente de la libertad, nunca está sometida a leyes ni imposiciones.