Eliseu pone un bingo
Per Obdulio Jovaní Puig
Lo inauguró el sábado pasado, vayan a verlo, está en Valencia, en ese callejón que va desde la calle de san Vicente a la plaza del Mercado. Acérquense y vean su fachada, comprueben que con tantos números expuestos en tresbolillo, en lo primero que se piensa es en un cartón de bingo. Aunque luego, leyendo lo de «Centre de Cultura Contemporània», se cae en la cuenta que se trata de un nuevo tinglado de Eliseu Climent -«yo no creo que Eliseu haya tenido línea ideológica ni cosa que se le parezca, él ha ido siempre navegando por ver cómo sacaba adelante su tinglado y se acabó», escribió Fuster-; vean esa fachada llena de tubos de neon de colorines, muy propios de un club de alterne de carretera, muy kitsch, vean esa «coentor» que me recuerda una clasificación que hace un amigo del gusto de ciertos valencianos: «muy buen gusto, buen gusto, mal gusto, muy mal gusto... i valencià». Viendo tanto gusto merecedor de palos, sin duda Claude Roy diría algo así como lo que dijo de Gaudí: «Exceso decorativo y de mal gusto, una confusión en la que se mezclan el oriente de bazar con la arquitectura de manteca de los chacineros inspirados, los decorados medievalistas con los nuevos dibujos de Disney, las carrozas de carnaval, los escaparates de Navidad de los grandes almacenes, Bizancio y los balnearios de 1900... ».
Claro que comprobando que los números del «cartón» son el 25 y el 9, se va entendiendo que se refieren al 25 de abril y al 9 de octubre. El primero, un revival de Almansa, socorrida recurrencia, rutinario comodín, sanctasanctórum bajo cuyo socarrén guarecen su hipocondría historicista, su retranqueo mental... doctrinarios, inquisidores, redentores de consigna, intelectuales de acomodo, cultos a porcentaje, historiadores de fortuna, taumaturgos y apologetas cuyo síndrome de mansedumbre confirman con su rigorismo de beata, posesos de una codicia hemipléjica y zurda, sopera y tribal, rapaz, que no se atreven a poner «Centre de Cultura Catalana» que es lo que es y quieren que sea, aunque con tantas reminiscencias tribales que muestra esa cultura (?), donde dicen «contemporània» debe entenderse «contemporánea del hombre de Cromagnon». El segundo, el 9 de octubre, ya se sabe, lo conjuran una vez y otra, les recuerda la fecha en que comenzó el «repartiment», aquel botín del que todavía vienen a saciarse esos fenotipos quejicosos y llorones que son los trabucaires de somatén. Hay un número más -el 3- que no encajo, aunque bien podría referirse a ese 3% que llevan fijo, entre ceja y ceja.
Aquí Eliseu tiene empapuzados a muchos ludópatas que le hacen el juego, con su apocalipsis a la vista: «Quan els Païssos Catalans hagin perdut el català, seràn Espanya». Para compensación de tan mezquino y masovero desapego, acudo a esa España que cantaba así Alberti, exiliado a orillas del Paraná: «Hoy las nubes me trajeron/ volando, el mapa de España./ ¡Qué pequeño sobre el río, / y qué grande sobre el pasto, la sombra que proyectaba!/ Se le llenó de caballos la sombra que proyectaba./ Yo, a caballo, por su sombra/ busqué mi pueblo y mi casa./ Entré en el patio que un día, fuera una fuente con agua./Aunque no estaba la fuente,/ la fuente siempre sonaba./ Y el agua que no corría, volvió para darme agua». Claro que para sentir así hay que ser muy poeta, no un simple mercader, un postulante mangón del Imperio del Haber.