Per Joan Ignaci Culla
El reinado de Isabel II oficializa la enseñanza obligatoria del español. A
través de la que se denominará “ley Moyano” (1857), se establecen las pautas
legislativas para la enseñanza en castellano, con marginación absoluta de las
lenguas vernáculas.
Es el momento de reivindicar la libertad individual
y lingüística, y poner en marcha la Renaixença, que ya la había iniciado Carles
Ros adelantándose a los catalanes en casi cien años, y devolver a la lengua
valenciana los usos literarios cultos ligados a una conciencia nacional.
El buscar la unión y la fuerza, por parte de los escritores, frente a
las lenguas del estado –francés y castellano–, hizo que muchos “románticos”,
equivocadamente, llamasen lemosina al conjunto de lenguas habladas en el sur de
Francia (Oc) y parte de España. Tal denominación –lemosina–, no contó con el
beneplácito de todos, aunque por “corporativismo” muchos la empleasen. Es el
caso de Constanti Llombart en Los Fills de la Morta Viva
(1883), que hace la siguente observación en el pie de la página 2: (2) Lo
tema proposat al present estudi, tal com apareix en lo cartell dels Jochs
Florals, diu: “Profitosa influencia que la restauració de la llengua llemosina
puga tindre en lo progrés provincial, sens perjuhí del nacional.”
La
denominació de lliteratura llemosina usada per lo cartell, nos ha posat en lo
cas d’admetre una clasificacio ab la que no estém del tot conformes. Enténgase,
puix, que tant en lo text com en les notes, al emplear la paraula “llemosina”,
nos referim sempre á la lliteratura valenciana y sols per rahó historica pot
emplearse aquella.
De hecho, bajo el pretexto de llamar “todos”
llemosina al tronco común de la lengua, fue el inicio para que los catalanes,
empezasen a sustituirlo, simplemente, por lengua catalana, dentro de la
estrategia que ya se estaba maquinando para la unificación de las lenguas
valenciana y catalana. Así lo denunciaba Teodoro Llorente, en LAS PROVINCIAS
(25/8/1868), en una contestación a La Montañana de Monserrat: No tiene razón “La
Montaña de Monserrat” al proponer que dejemos de llamar á nuestra lengua materna
con el nombre que nuestros padres le han dado y que nosotros seguimos dándole
(…) Y que motivos tan poderosos existen para rechazar el adjetivo “lemosín” y
sustituirle con otro? “La Montaña” parece que lo considere denigrante… No
encontramos el motivo de esa asimilación… Sometámonos al legislador supremo de
los idiomas, y con tanta razón en este caso, cuanto que habría grandes
dificultades para cambiar el nombre á nuestra lengua. Consta esta de tres ramas,
cada una de las cuales tiene nombre especial, lengua catalana, lengua valenciana
y lengua mallorquina. ¿Cómo llamaremos al conjunto, á la matriz? “La Montaña”
dice que le es igual que se le dé cualquiera de estos nombres, pero no usa mas
que uno, lengua catalana. ¿Admitirán este nombre los valencianos y mallorquines?
No, porque además de repugnarles esa supremacía que otros se atribuyen, no
pueden consentir que se confunda con el dialecto catalán, el suyo, que es
distinto…
Aunque otros iban más allá, y denunciaban claramente lo que se
escondía bajo la denominación “lemosina” y preferían aclararlo. Es el caso de L.
de Ontalvilla (seudónimo del retor Pascual Boronat, que redactó a instancias de
Fausti Barbera, el Lenguaje de los valencianos, dentro de Conversaciones
histórico-familiares acerca de la Región Valenciana, publicaba en El Abuelito
(1899): La lengua valenciana, que algunos desprecian hasta el punto de llamarla
dialecto, es muy semejante á la catalana, pero distinta de ella, ora se la
considere histórica y lexicológicamente, ora en su aspecto filosófico… Dentro de
las conversaciones que se plantean en el libro, un contertulio dice: …pero esa
lengua literaria es el lemosín, no el valenciano; a lo que “El Abuelito”
responde: Me parece, señor maestro, que se halla usted en un error. Algunos
eruditos del siglo XVIII en su afán de ennoblecerlo todo, siguieron a Onofre
Almudéver, que al editar el Llibre del Consells , escrito por
Jaume Roig, apellidó lemosina la patria y la lengua del reputado médico
valenciano, pero no advirtió que nuestros clásicos del siglo XV, como Ruiz de
Corella, Miguel Pérez, Gazull, y otros, ya habían denominado en su nombre
propio, o sea valenciana, y desconocían el de lemosín calificativo absurdo,
según las apreciaciones de la crítica moderna, representada en España por
Menéndez y Pelayo, por lo que se refiere a nuestra lengua…
Y otros, ya
sin ningún tipo de tapujos, denunciaban la auténtica suplantación lingüística,
bajo la excusa del “llemosi”, como indicaba el maestro nacional de Xàtiva
Ventura Pascual i Beltran, en su libro El valenciano en las
escuelas y en la vida social (1909): El catalans se riuen y yo me ric també,
dels que diuen qu’están en llemosí certes poesías escrites en un lenguaje, que
li té mes resemblanza al catalá que al valenciá qu’ara parlem. Yo crec que tant
de mal li fa al valencià eixa manera d’escriure tan arcaica, com la “jepeta” del
castellanismo… eixa afició al arcaisme va perdent partidaris en Catalunya, com
ací, se deu pedre la manía d’esciure en lo que malament es diu “llemosí”, que no
es més que català.