Su mejor regalo no consistió en mantener el romance que se hablaba en el Reino de Valencia y consérvalo como la más dulce, pulida y linda lengua, la primera lengua romance literaria de Europa, de la que mucho aprendieron los catalanes e incluso los castellanos. Su mejor regalo fue hacernos libres, hombres libres incorporados a las Cortes de Valencia desde su primera convocatoria. Un siglo después el Rey Jaime II le decía a su desposada Reina Leonor de Castilla, asombrada de que los valencianos le miraran de frente, a la cara, y le pidieran cuentas, nuestro pueblo es libre no está sojuzgado, los tenemos como buenos vasallos y compañeros. Los Reyes aquí, antes de ser coronados, debían jurar Els Furs, porque nadie está -ni el Rey- por encima de la Ley.
Si no fuéramos libres no podríamos defendernos de quienes nos quieren colonizar, convertirnos en esclavos. Los valencianos llevamos en nuestros genes aquel espíritu rebelde de Don Jaime I que no estaba dispuesto a ser juguete de los grandes nobles aragoneses, ni de los condes catalanes. El conquistó su libertad cuando hizo propio un nuevo Reino, el de Valencia y, por encima de nobles y clérigos, reconoció a los valencianos, sus compañeros, como hombres libres.
El 18 de junio los mamarrachos que gobiernan Cataluña han cosechado el desprecio de sus ciudadanos, que en lugar de ir a votar su gorda ley totalitaria, que no les interesa, se han desnudado en las playas y exhibido sus carnes al sol, como cuando los ingleses desprecian, bajándose el calzón o levantando el skirt y enseñan el culo.
En medio de ese estridente y atronador desprecio, porque los catalanes saben que sus gobernantes solo quieren perpetuar sueldos, prebendas y gabelas egipciacas, esos politiquillos, como los nazis, quieren ampliar su territorio y han inventado los pallassos catalans, que nunca han existido. No nos quieren como compañeros -así nos tenían nuestros reyes- sino como esclavos, a quienes se niega el agua y las estructuras necesarias para el desarrollo, como el AVE. Son como la Alemania de Hitler que quería convertir Francia en una granja que les proporcionase alimentos y mano de obra barata para mover sus industrias guerreras con las que conquistar el mundo. Todas las cabras tiran al monte y todos los nazis son iguales, totalitarios, altaneros y estúpidos.
Han inventado el cuento de que hablamos el mismo idioma y están imponiendo en las escuelas que nuestros hijos estudien y hablen en catalán, comprando para ello - con dinero que sacan al resto de los españoles lloriqueando- voluntades débiles y almas puestas en subasta, que convierten en comandos catalanistas infiltrados.
Pero no lo conseguirán, los valencianos somos libres y no nos doblegamos, no estamos dispuestos a darnos nunca por vencidos. Estamos en posesión de un arma terrorífica, la libertad que disfrutamos desde que nos la reconoció el Rey Don Jaime El Conquistador.
El Gobierno Central ganó las elecciones dando un golpe mediático y mintiendo sobre la catástrofe de Atocha, que dice es culpa de 40 moritos -delincuentes de medio pelo- que han procesado, de los que 34 eran confidentes de la Policía, de la Guardia Civil o del CNI y negando la conexión con ETA que cada día es más evidente, aprovechándose de la ocultación de informes que ciertos agentes de la Seguridad del Estado tenían en su poder, lo que trata ahora de desenmascarar el juez Grande-Marlaska.
En las dos votaciones posteriores, sobre la Constitución Europea -mamotreto masón del indeseable Valéry- y sobre el Estatut, sus pírricas victorias en torno al treinta y algo por cien, se han convertido en un triste parto donde el monstruo engendrado ha nacido muerto. Uno está enterrado y el otro a punto. El padrino del Estatut, único empeño y faena de su legislatura, ante el desprecio de los catalanes a su obra, ha anunciado su entierro, fallecido a causa de cáncer político terminal. Descanse en paz Maragall. El otro perdedor ha sido Carod-Rovira, víctima de la traición del monclovita y del no, que se atribuye en su mayor parte al PP. Se anunciaba ya su retiro, pero, como se resiste, ERC lo ha nombrado candidato a la Generalitat. Perderá, seguro. Será el canto del cisne, que olvidando sus graznidos, entona su única melodiosa canción cuando anuncia su propia muerte, como lo relataron Marcial y el poeta Virgilio. Rodríguez Zapatero va sembrando de cadáveres el mundo de la política, como preludio de su futuro próximo. Amén.
Es necesario hacer sentir a todos nuestra libertad y nuestro auténtico idioma valenciano, que por dulce y pulido no es menos enérgico, y cantar a las claras a quienes están empeñados en esclavizarnos que no volverán a ganar y que, en todo caso, no nos rendiremos jamás. Nunca nos daremos por vencidos.