Lo políticamente correcto es una trampa marxista

Per Wenley Palacios

La denomación Comunidad Valenciana es fruto del consenso de los grandes partidos, entre País y Reino de Valencia, para evitar que la sangre llegase al río. El valenciano de la nefasta AVL, que ya debía haber dinamitado el Consell, llevándose por delante la carcoma catalanista que corroe a nuestra sociedad, es el catalán con algún modismo de esta tierra. Otro apaño indigno, que nos da espectáculos bochornosos como el reciente proceso de elección a la Presidencia. El ceder, la debilidad siempre redunda en perjuicio de nuestras esencias.


El Palleter

Lo políticamente correcto es un concepto marxista, ideado cuando decidieron ocultarse bajo el eufemismo de progresistas para disimular la marcha a su trasnochado, cruel, tiránico y fracasado pasado de la dictadura del proletariado.

Se puede ser firme en los planteamientos y hacerlo con educación, simpatía y respeto a los demás. Es es democracia y libertad. Lo políticamente correcto es una trampa para que renunciemos a nuestro derecho –inanielable- a la libertad de expresión.

Cuando se agrede a los participantes en un mitin político, aunque lo organice un partido minoritario se está faltando a la libertad, al respeto a quien disiente. La minoria tiene derecho a expresarse, pero no tiene derecho es a gobernar, como está ocurriendo ahora, donde el 8% de los ciudadanos que votan en España tratan de imponer su destrucción, aliados con un Presidente de Gobierno, torpe pero malo,

dispuesto a arriar sus pantalones, creyendo que gana votos, cuando solo pone su culo al aire.

En nuestro Reino de Valencia, la gente puede hablar, porque es libre, como le de la gana, en ruso, en swahili o en catalán. Todo vale con tal que sus interlocutores le entiendan y puedan comunicarse. Pero la lengua de nuestra tierra es el valenciano, no ese deplorable dialecto del oc, rebautizado hace cien años, trufado de palabras francesas, por Prat de la Riba, que quieren imponernos como lengua en nuestro Reino. Fernando Giner, Presidente de la Diputación de Valencia, hace todo lo que puede. Recientemente ha inaugurado una magnífica exposición sobre la Historia del Valenciano. A veces no ha sido bien mirado en su propio partido, pero ha conseguido ser una de las banderas, precisamente por su defensa del valenciano, en la próxima campaña electoral del P.P.

Todos debemos defender nuestra lengua, aunque sea desde distintas posiciones, según el carácter y las posibilidades de cada quien. Unos en instituciones científicas, donde guardan la esencia, la pureza y el esplendor de nuestra lengua, lo que puede que sea, en un futuro, necesario para volver a educar a nuestros niños y jóvenes en el auténtico valenciano que, aún hoy, hablan sus padres y abuelos. Algunos se doblan a lo políticamente correcto y, todo lo más, logran pactos humillantes con los que imponen el llamado oficialmente valenciano, convirtiéndolo en un dialecto del catalán, con algunos modismos admitidos como localistas. Lo políticamente correcto, la trampa ideada por los marxistas, les lleva a destruir nuestra lengua. Pero otros se fajan, plantan cara, adoptan posiciones, que simbólicamente defino como poner barricadas en el río Cinca. Son los nuevos Tirantes dispuestos a blandir su espada en defensa del Reino. Estos no permiten que los

nacionalistas catalanes campen aquí a sus anchas. A quien lo hace se lo afean y a quien impone le desobedecen y combaten, en legítima defensa contra la agresión del norte.

Es hora, pues las elecciones autonómicas y municipales están muy próximas, de exigir al partido que pueda hacer útiles nuestros votos, que en su programa defienda el auténtico valenciano y luche contra la invasión catalanista y su deseo de integrarnos en su País -ellos nunca han sido Reino- para convertirnos en catalanes de segunda, en sus esclavos. Si ahora nos niegan incluso el agua, qué harían con los valencianos si no tuvieramos personalidad jurídica como Reino -o Comunidad- para defendernos.

Los hombres libres somos dueños de nuestro destino y no nos someterán si ejercemos nuestra libertad en cada momento, sin decaer, luchando en los medios de comunicación, en los tribunales, en las plazas públicas y denunciando las tramas y políticas de invasión catalanista. Protestando, por ejemplo, que el dinero de nuestros impuestos, a través del Ayuntamiento, vaya al Instituto de Estudios Catalanes que lo emplea para catalanizarnos. Ahora nos envían el Correllenguas y pronto nos correrán a zurriagazos. Hay que impedirlo.

Esta no es una postura de derechas o de izquierdas. El primer imperialista catalán ha sido Jordi Pujol un hombre nada progresista. Empezó como presidente de Banca Catalana, utilizando sus dineros en propagar el catalán por Valencia y Mallorca y difundirlo en el extranjero como la supuesta lengua única de lo que llama Paises Catalanes. Él arruinó aquel Banco, cuyos fondos en gran parte hemos tenido que reponer, con nuestro dinero, todos los españoles. Y cuando accedió a la Generalitat, ignorando la política de Tarradellas, que nunca quiso saber de expansionismos, ni de nada ajeno a los límites de Cataluña, utilizó el

dinero de la Generalitat para seguir con sus conquistas. Están convencidos que el día que todos admitamos que en Valencia y en Baleares se habla catalán, seremos todos una nación y será más fácil una independencia o cuasi independencia. Pujol y su partido nunca han pretendido una independencia completa, porque el día que rompieran sus lazos con el resto de España, habrían cortado el conducto de donde chupan al resto de los españoles, se les habría secado la teta. Esa teoría de que los impuestos que pagan ellos nutren a las otras Comunidades, por que son todas más pobres, es una falacia, no está demostrado. Todo lo contrario, han sido las industrias del resto de España las que se llevaron y alimentaron el progreso de Cataluña, no hace muchos años. Y es constante en todas las épocas -con Franco también, al que adulaban y aclamaban multitudinariamente en su entrada en Barcelona durante la Guerra Civil y luego cuantas veces ha ido- especialmente tras el bodrio anticonstitucional de su nuevo Estatuto.

Es hora de que ante los discursos de los catalanistas, les afeemos su conducta, les llamemos a la cara invasores, traidores al Reino de Valencia y les volvamos la espalda. En ti, lector de RENOU, está la decisión de permanecer alentando los meritorios estudios de los centros de cultura y el auténtico valenciano o dar un paso más y plantar cara a los invasores, como hizo Tirant Lo Blanch ante los otomanos.

cites

Pero es el caso que Valencia no quiere ser otra cosa que Valencia. Su lengua, la valenciana, difiere lo bastante de la catalana para poder permitirse gramática y vocabulario propios
Salvador de Madariaga

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