Entre los múltiples libros en cátalán que semanalmente adquiere la Generalidad Valenciana para las bibliotecas públicas, con dinero del contribuyente, destaca la lujosa Historia de la moneda catalana (Barcelona,1996). Su autor es el doctor en historia Miquel Crusafort, presidente de la sección numismática del Institut d´Estudis Catalans (IEC), organismo encargado de la "seriosa normalitzacio" de la numismática.
EI paso dado es admirable, pues normaliza como catalanas a las monedas de la antigua Corona de Aragón y media Francia, etiquetada ahora como la Occitania Catalana: Marsella, Cannes y hasta el Mónaco de Rainiero (Crusafort, M.: La moneda catalana, Barcelona, 1996, L. 3. En el libro, "molt seriós", nada es arbitrario; llamar catalanas a monedas de otros territorios tiene su fundamento en los trabajos del IEC para racionalizar la taxonomía numismática del III Milenio. Estos son:
"Barcelona, Perpiñán, Valencia y Mallorca fueron los talleres emisores del florín catalán, una moneda que fue conocida como florín de oro de Aragón, por la titulación del rey que aparecía en la moneda: REX ARAGO, pero que tenía bien poco de aragonesa. Es uno de aquellos casos en que la denominación histórica resulta completamente confusa. Por eso nosotros preferimos hablar del florín catalán." (p. 89.)
Esto es rigor científico, sin acritud. Si el Institut prefiere llamar "florín catalán" a las piezas acuñadas en Valencia y Aragón, ¿por qué se opone la caverna a esta científica normalización e insiste en llamar florín de Aragón al florín de Aragón? Hombre, por favor, un poco de seriedad. Además, a los doctores del IEC tampoco les gusta eso tan feo de REX VALENCIAE y REX ARAGO. Seguro que los monarcas querían grabar en las monedas el bonito título REX CATHALONIAE, pero la confusión histórica lo impidió. Menos mal que todas las universidades del mundo y el Institut d´Estudis Catalans están en la tarea de solucionar estas nimiedades.
Hay un detalle todavía más horrible que el IEC olvida: Cataluña jamás tuvo moneda en los siglos en que cìrculaba el florín de Valencia y Aragón. En los siglos XIV y XV -entre 1300 y 1500-, mientras se acuñaban hermosas piezas con los nombres de los reinos europeos (Valencia, Francia, Castilla, Aragón, etc.), nadie, ni siquiera los misteriosos "reyes catalanes" (je), ordenaron acuñar monedas de la supuesta nación catalana.
Aunque quizá estemos equivocados y el seriós doctor Crusafort pueda indicar dónde ha encontrado piezas -aunque sean de hojalata- que hagan referencia a Cataluña en la Edad Media y Renacimiento. Nos da igual que aparezcan en la "Occitania catalana" (?) o en el campo del Hércules de Alicante (con perdón).
Pero ni Crusafort ni todo el Institut d´Estudis Catalans pueden, ¡hay si pudieran!, inventar una moneda que no existió hasta que -en la decadencia de la Corona de Aragón- se entregaron a Francia en 1640. Entonces comenzó Cataluña a tener moneda con su nombre y por poco tiempo.
Estas cosas no les gusta a los doctores del IEC. Prefieren la "normalització" a la carta: ¿Les humilla lo de Corona de Aragón?, pues inventan lo de corona catalanoaragonesa. ¿La denominación de lengua valenciana les retorcía las tripas? Milá i Fontanals saca de la manga lo de dialecto occidental del catalán y se acabó el incordio. ¿Que es molesto tener unos vecinos con el título de Reino de Valencia? Nada, nada, con país van que se matan. Así, poco a poco, les está quedando una normalització molt seriosa: Principado catalán, lengua catalana, señera catalana, florín catalán, països catalans, Occitania catalana, etc.
EI seriós Crusafort dice que Cataluña nace en el 934, con Guifré, pero ni el Pelut dio moneda a Cataluña en el siglo IX ni tampoco los Berengueres en los siguientes. Ni siquiera Jaime I se enteró de que existía una nación llamada Gotholania, Catalonia o Catalunya, y que merecía incluir su nombre en las monedas. La Generalidad del CiU, preocupada, parece que intentó solucionar esta afrenta. En 1987 editó una Historia dels Catalans, prologada por Pujol, en la que aparecía en la pá- gina 27 una espléndida moneda medieval con la palabra "CATHALUINA". Lástima que sólo fuera un vulgar sello, no la deseada moneda.
Pensarán ustedes que al libro de Crusafort y el Institut d´Estudis Catalans le han Ilovido críticas como al del profesor Quintana. Sí, sí...; la edición en catalán y en Cataluña ha sido posible por la ayuda económica de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura de España. Y aquí, en el maltrecho Reino de Valencia, las joyas catalaneras heredadas, dicen, del pasado lermista se han apresurado en adquirirlo para los centros públicos. Por ejemplo, en la Biblioteca Pública del Postiguet - junto a montones de ejemplares de Tres i Quatre, Bromera, etc.- pueden flagelarse con su lectura "seriosa". (Por cierto, qué palabreja tan fea y septentrional.)
Las Provincias 27 de Enero de 1997