Las bicicletas son para la crisis

Per Wenley Palacios

Fulgencio compró el piso sobre planos por 150.000 €, el BANCO DECA-E lo tasó y le concedieron un préstamo con hipoteca de 170.000 €. Así podría comprar muebles y cambiar de coche. Fueron muy amables. Con plazos hasta 25 años la cuota mensual no era muy alta y su novia Marcelina también aporta su sueldo. Bodorrio y viaje a Canarias. Han pasado cinco años, tienen un niño de año y medio y desde hace seis meses, ya no lo cuida la abuela, ella le dedica todo el día porque cerró la fábrica y está en el paro, que se le acaba en unos meses, entonces no podrán pagar la hipoteca, porque hoy han despedido del trabajo a Fulgencio. Encima, las cuotas son más altas que las primeras. Han pensado vivir en la alquería con los padres de ella y vender el piso, pero no encuentran compradores. El tío del banco, que les ofrecía más dinero del que necesitaban, les lió. Nadie les explicó que podía venir una crisis y muchas fábricas cerrarían y otras despedirían a más de la mitad de la plantilla.

Antes el BANCO DECA-E recogía depósitos de sus clientes. Una parte de esos depósitos lo prestaba a empresas y particulares. Otra la guardaba para garantizar la solvencia del banco. La diferencia entre los intereses que pagaba y los que cobraba, cubría gastos, impagados (pocos) y lo demás eran beneficios, que se repartían. Eso que los que tienen acciones del banco llaman dividendos. Con el tiempo se ofreció al BANCO DECA-E altas cantidades de dinero a un interés muy bajo. Se dieron cuenta que podían prestar más dinero a empresas, a autónomos y a cualquier trabajador, aunque fuera inmigrante, porque hipotecaban el piso y cuando les daban las llaves ya valía mucho más. Por eso les daban también dinero para los muebles, para el coche y para lo que quisieran. Todo eran beneficios, cuanto más dinero cogían, más prestaban y más ganaban.

Esto no sólo ocurría en el BANCO DECA-E. Ocurría en todos los bancos de todos europeos, norteamericanos y de otros países, eso que se llama Occidente. El dinero venía de todas partes, aunque ha quedado sin esclarecer su auténtico origen. Un día ese capital, que como maná milagroso afluía hacía los bancos, desapareció y hubo que devolverlo a toda prisa porque se lo habían prestado a interés muy bajo, pero por plazos muy cortos. ¡A pagar! Algunos bancos quebraron y los Gobiernos de todos los países acojonados salieron en su ayuda y les prestaron dinero con cargo a la deuda pública que emitían, porque los gobernantes, también borrachos de dinero, estaban acostumbrados a gastarlo a manos llenas, sin pensar en el bien general, sin prudencia, sin controlar lo que estaba pasando. Los organismos de vigilancia económica no se percataron de lo que se avecinaba y hacían oídos sordos a os que avisaban. Les tenían por agoreros y antipatriotas.

En esas estamos, parece que los bancos, de momento, se salvan, pero los préstamos no llegan a las empresas, ni a los autónomos. Muchas industrias y comercios, grandes y pequeños han cerrado y otros no reciben pedidos, ni pueden cobrar a sus clientes, ni pagar sus deudas, están ahogados. Y cada día hay más parados, que no pueden pagar sus hipotecas, algunos ni comer. Todos se preguntan ¿qué va a pasar?

Esa no es la pregunta. La pregunta importante es ¿dónde está esa masa enorme de capital que generosa se ofrecía a los bancos y pasaba a empresas, autónomos y trabajadores? ¿Dónde está esa inmensa masa de dinero? La han guardado a buen recaudo. ¿Quién?

Mientras duraron los buenos tiempos el petróleo subió su precio de forma aparentemente incontrolada. Luego ha bajado. Si los precios de hace años daban enormes beneficios y los de hoy también, mientras estaba escandalosamente alto, algunos se hincharon, formaron esa Gran Masa de Capital, que llegaba barata y en cantidades enormes a los bancos. La misma que se ha retirado y está al acecho del momento oportuno para salir cautelosamente y comprar, por cuatro perras, nuestras riquezas naturales, nuestras fábricas, nuestros edificios, porque cada día que pasa, al no haber dinero para comprar, todo vale mucho menos. El precio final, que nos veremos obligados a aceptar, será: “lo que me quieran dar”.

Los dueños de la Gran Masa de Capital se harán amos de todo, pagando con el sobreprecio del petróleo que nosotros mismos les proporcionamos. Son los dueños de los pozos y, especialmente, los distribuidores del petróleo, inteligentes especuladores, ajenos al bien común.

Los Gobiernos no saben qué hacer. Unos tienden al proteccionismo, cerrando fronteras a mercados, trabajadores o industrias, lo que trata de impedir el G-7. Otros echan mano de los rancios pricipios socialistas y acuden a las teorías del “padrecito” Lord John Maynar Keynes, que fracasaron hace ya mucho tiempo allí donde se aplicaron. Siguen aumentando la deuda pública que piensan pagar (¿lo piensan?) cuando tengan un golpe de suerte, como hacen los malos jugadores en la última jugada. ¡Va todo! ¡A todo o nada! El futuro es la ruina total. Hasta el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha dicho: “nosotros tenemos experiencia, ese no es el camino”.

No saldremos de ésta si no renunciamos al petróleo y atacamos a la Gran Masa de Capital, reduciéndola a la nada. Se puede empezar declarando nulos los beneficios obtenidos con la especulación del petróleo, por ser producto de primera necesidad mundial; y declarar ilegal la Gran Masa de Dinero. Se pueden emitir, en todo el mundo, nuevos billetes y …. Hay muchas maneras de hacerlo, sin recurrir a la violencia.

Voy a engrasar mi vieja bicicleta.

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