La ch y el arzobispo Mayoral

Per Ricardo García Moya

Los profesionales de la catalanización están propagando que la aparición de la Ch en la ortografía valenciana fue producto de la castellanización del siglo XVIII, principalmente por la orden del arzobispo Mayoral del año 1750. En realidad sucedió lo contrario, pues el primer rechazo a la Ch procede de un acomplejado Carlos Ros hacia 1732; hasta entonces, los textos exhibían la prepalatal africada como propia.

Algunas letras son como banderas: Así, donde esté la Ñ (vasco, gallego, tagalo de Filipinas, guaraní, quechua, etc...) encontraremos huella del imperio de España. Pero el dígrafo CH no era exclusivo de Castilla, y su uso por los valencianos anteriores a 1750 no suponía castellanización idiomática. En 1587, un gramático comentaba que "la pronunciación de la che o ache es a manera del ruido que hace le sartén y el aceite cuando fríen algo" (Ruíz, B.: Declaración de voces, Madrid 1587, f.10). EI autor refleja los titubeos castellanos sobre letras y sonidos: "eve" es la U consonante, eve + a = "va" (f. 9); a la "Z llamamos ze y ze da". La i tenía cuatro figuras, incluida "la i jota, o i luenga". De igual modo, un catedrático de Zaragoza anotaba: "algunos no quieren que la hac o H no sea consonante"; y llamaba indistintamente ef y efe a la F, e incluía en el alfabeto castellano las consonantes ç, ph, ch y rh (Sebastián, M.: Ortografía, Zaragoza, 1619).

Los idiomas peninsulares estaban acoplando sonido y grafía. En el mismo siglo, el artiacá de Molvedre Iván Batiste Bellester componía sermones con el propósito de alejarse del castellano, y la CH no era obstáculo: "He possat estudi que casi tot lo sermó tinga paraules tan valencianes, que ni mudant la terminació les pugues castellanechar" (Ramellet, 1667). A tal fin este catedrático de la Universidad de Valencia escribía menchen, chichs, pichor, flamechadora, bronches, envechoses, contache y el autóctono escanechá (p.13). Ballester fue quien más se preocupó por la lengua valenciana en el siglo XVII, y consideraba imprescindible la CH.

Actualmente, hasta los Instituts de Bachillerat aparecen como Batxillerat, violentando la tradicidn idiomática y la etimología. Hacia 1413, el amanuense que seguía los sermones de Sant Vicent Ferrer anotaba: "los grans clergues e bechellers" (Sermons, II, 29); y no era castellanismo, pues el vocablo procedía del latín y del francés bachelier. El académico Fullana recordaba que Bachillerat procedia del latín vulgar bachalariu (Ortografía valenciána,1932 p. 58). Curiosamente, los vilipendiados sainetes del XIX -transcriptores fieles de la lengua viva- enlazaron el valenciano de Sant Vicent Ferrer con el de Fullana: "chicon a més bachillera" (La nit que venen els musics. Alcoy 1855, p. 9)

Es comprensible el enfado del filólogo Fullana cuando argumentaba que "escrivim concha, y no conja ni conxa per vindre de la llatina concham; y perque eixa ha segut la práctica general desde el sigle XV" (Estudi de filologia, p. 78). El académico no erraba, pues en 1395 fray Antoni Canals (traductor de Valerio Máximo al valenciano) escribía "pechines". Corominas recoge este dato y atribuye posible "procedencia mozárabe valenciana" al sustantivo (DCEC, p. 451 ). Consecuentemente, el catalán Onofre Pou redactaba en 1575 su Thesaurus Puerilis en Valencia, incluyendo el plural pechines con CH.

La tendencia a singularizar la lengua valenciana impulsaba a personajes cultos como el licenciado Miguel Serres a escribir chugador en 1667, con CH (Torre, F.: Reales fiestas, 1667; p. 261); con esta grafía se alejaba del jugador, en catalán; y jugador, en castellano. A los valencianos no les importaba que la Ch procediera de la cheth hebrea o del latín vulgar con inflexión de yod, y la utilización libremente durante siete siglos. Hasta el mismo Carlos Ros escribe chic (Tratat, f. 57) y "feges, hígado; y feches, fechas" (f. 107). Hoy, por efecto de la inmersión, rehuyen usar feches y caen en el data castellano y catalán.

En todo el Reino de Valencia -no sólo en la capital, como quieren hacer creer los catalaneros- se utilizaba la CH para transcribir con justeza el sonido prepalatal africado. En los Estatutos de Oriola, año 1612, se ordenaba que los "estranchers no siguen admesos". En el mismo año, aunque más al norte, el noble Gaspar Faura se titulaba "arrendador dels fruits de Chestalgar y Sot de Chera" (A. Cor. Aragón; V. L. 703). Y, para no salirnos del 1613, el manuscrito en lengua valenciana de la Confraria del Loreto de Muchamel, incluye este topónimo innumerables veces, siempre con CH. de igual modo que chic o antorches; y nombres y apellidos como Melchior o Cheroni. El procurador de Cervantes en el Reino, en 1605, firmaba como Melchior Valenciano; y el primer arquitecto de la iglesia de las Escuelas Pías fue Joseph Puchol, bautizado antes de 1750. Y uno de los jurados de Valencia que luchó en 1521 en la Germania era mossen Nofre Sanchiz, junto a Melchior Mont (BNM, Ms. Guillem Ramón).

Este manuscrito de 1523 ofrece en un solo párrafo estos ejemplos: capucher criat, botiga de capuchos, offici de capuchers, cremar los capuchos " (f. 20). Un siglo después, en 1644, "els pares capuchins valencians" luchaban contra los catalanes en la guerra dels Segadors (ACA., L. 695). Parece, pues, que el arzobispo Mayoral queda exento del delito contra la CH. Curiosamente, en la Gramática de la Generalidad se aluden "razones poderosas" para condenar la Ch, ocultando que la única que tienen es la normalització que les viene del más allá, del más allá del Cenia.

Las Provincias, 20 de abril de 1997.

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Los mallorquines hablan una lengua que es tan antigua como el inglés y más pura que el catalán o el provenzal, sus parientes más cercanos.
Robert Graves

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