La verdad sencilla es que el hombre desde que es hombre ha tenido especial ingenio en comunicarse…
Cuando los romanos en el año 218 a.C. desembarcaron en Ampurias y conquistaron España, los españoles no eran mudos. Les ocurrió lo que a los habitantes de los otros países también conquistados por Roma: quedaron deslumbrados por toda la parafernalia de los romanos y quisieron hacer y hablar como ellos. De ahí las muchas “lenguas romance” de Europa. Fue un proceso evolutivo largo, como larga fue la dominación romana. Más de ocho siglos en muchos sitios. Vencidos los romanos por los godos y luego éstos por los árabes, cada región fue estructurando por sí misma su propia habla.
A partir del siglo VIII y sobre todo con el advenimiento del Imperio Carolingio destacó la lengua romance del sur de Francia: provenzal, occitano y posteriormente lemosín.
El propio Jaime I, nacido en Montpellier, decía que hablaba en Lemosín. Muchos años antes de nacer este monarca, los reinos de Valencia y Mallorca ya iban dando forma y personalidad a su propia lengua. “Romanç valencià” y “Romànç Mallorquí” lo llaman los medievalistas.
Esta es la verdad histórica. Es mentira propalar que Cataluña que por aquel entonces no existía ni geográficamente ni institucionalmente, diera su lengua a valencianos y mallorquines. Es, por tanto, innoble falacia leer en los libros de texto que valenciano y mallorquín son sólo dialectos – vulgares e incultos – del catalán. Mientras los catalanes, asentados en la Marca Hispánica creada por Carlomagno, configuraban su propia habla, con más antigüedad lo venían haciendo ya los mallorquines y valencianos. ¿Qué las tres lenguas son muy parecidas? ¡Cómo no van a serlo si proceden básicamente del mismo sustrato lingüístico en territorios vecinos! Ahora bien, esta gran similitud no autoriza que el más fuerte, desde su poderío e influencia, pueda ningunear la lengua de los demás.
Otra verdad incuestionable es que los valencianos y los baleáricos son bastante menos en número que los catalanes. La suma de todos presenta la cifra de unos 12 millones, más que bastantes naciones europeas.
De esta innegable realidad arranca la estrategia política de los ambiciosos nacionalistas catalanes. Éstos, por conveniencias políticas y económicas, quieren potenciar al máximo lo catalán y el catalán en territorio ajeno. Si para ello hay que anular la autenticidad de Valencia y Baleares, se anula; si hay que mentir, se miente; si hay que tergiversar la Historia, se tergiversa; si hay que llamar incultos, “llauradors”, “pagesos” y otras lindezas a los que hablan su lengua ancestral, se les llama; si hay que pagar con dádivas, cargos y prebendas a políticos, escritores, periodistas, universitarios y clérigos, se paga generosamente. ¿Por qué se calla esta gran verdad?
La verdad histórica es que la Corona de Aragón conquistó los reinos moros de Mallorca y Valencia en 1229 y 1238, respectivamente. Ayudaron condados de la Marca Hispánica y señores feudales de otros países de Europa. La tropa era mercenaria. Los soldados provinentes de territorios de ámbito catalán no superaban el 15 %, según estudios de D. Álvaro Santamaría, doctor emérito de Historia.
Es mentira, por tanto, decir en los libros de texto que fuimos reconquistados por la Corona Catalano-aragonesa, que jamás ha existido.
En el siglo XIII, vuelvo a repetir, Cataluña no tenía configuración geográfica ni estado político. Efectivamente, existe la tumba de Jaime I de Aragón, pero no la del monarca o M. H. President catalán de aquélla época.
Otra mentira reciente es propalar que la ciencia filológica y todos los lingüistas del mundo avalan la unidad de la lengua catalana, que supuestamente va desde Persignan hasta Orihuela y desde Fraga a Mahón. Ningún documento serio confirma tamaña invención. En cambio, tenemos un documento emanado del XVI Congreso Internacional de Lingüística y Filología Románicas, celebrado en Mallorca, en abril de 1980, y organizado por la cátedra Ramón Llull de la Universidad de Barcelona y l’Estudi General Lulià de Palma, y el presidente del comité organizador fue D. Antoni María Badía Margarit, rector de la Universidad de Barcelona y Presidente de la sección de Filología Catalana del Institut d’Estudis Catalans. Asistieron 723 congresistas.
En el transcurso de la Sesión Plenaria, Anna Moll, Secretaria del Congreso y bandera del catalanismo en Baleares, presentó a la firma de los congresistas, un documento en francés del que entresaco lo siguiente: “… lamentamos las tentativas de secesión idiomática efectuadas en el País Valenciano (sic) sin ningún fundamento científico…el Catalán tiene su propia estructura, bien definida, y los romanistas de este XVI Congreso consideran inaceptables estas tentativas de fragmentación lingüística”. A pesar de sutiles presiones, tan solo 36 (treinta y seis) de los 723 congresistas lo firmaron; ¡687 declinaron tal honor! Y asómbrense, para los catalanistas, esos 36 constituyen “toda la comunidad lingüística internacional” tal y como nos repiten incansablemente una y otra vez.
Pero lo más sibilino viene cuando los organizadores argumentan que como los congresistas no emitieron ningún escrito específico en contra, significa que todos ellos aprueban la unidad del Catalán. ¡Cuánto cinismo! La Academia de la Lengua Balear conserva a disposición una copia documentada del desarrollo de dicho congreso.
¡De una vez por todas hay que decir la verdad! La cual la podemos resumir en:
¡Por favor, digan la verdad y no engañen más al buen pueblo valenciano!
• Articul publicat en “Diario de Valencia”, el 5 de maig de 2004.