Os llaman "Les Illes", a palo seco, como si fuerais miserables ínsulas de hierbajos e iguanas, y dad gracias de que no os rebautizan con nombres como Islas Tortugas o el de aquella "Isla de mal de vientre" que citaba Haedo en 1612 (Topographia de Argel, f. 89); y lo de tortugas podría ser, por la abundancia que teníais. En 1491, por orden real se remitían a Valencia más de cien ejemplares, aunque también es cierto que muchas perdices que pueblan Mallorca son de origen valenciano: "El 11 de marzo de 1315 ordenó el rey que se trajesen de Valencia muchas perdices y se las soltara en el campo de Valldemosa y Sóller, prohibiendo con severas penas que fueran cazadas o maltratadas". Pero nuestras tierras no se llaman Islas Tortugas ni País de las Perdices, sino Reinos de Valencia y Mallorca.
El tiempo en que Mallorca y Valencia defendían juntas la soberanía territorial y cultural de sus territorios ha pasado. ¿Recordáis cuando en 1397, las flotas de guerra mallorquina y valenciana navegaron en cruzada contra los piratas de Tedeliç? Pero el peligro, ¡quién lo diría!, estaba en los vecinos condales; así, en 1462, cuando les dio por proclamar conde de Barcelona al rey de Castilla, tuvimos que entrar en guerra mallorquines y valencianos contra Cataluña y Castilla; y fue duro, muy duro, pues la normalización no la practicaban con inmersores y Canal 9, sino a degüello. En junio del citado año, las galeras catalanas sitiaron la ciudad de Mallorca, "exigiendo que la entregasen; porque si no pasarían a cuchillo a hombres, mujeres y niños" (C. Mayoricense, p. 176). Los valencianos no os dejamos solos, y nobles como "el conde da Cocentaina, que acudió con su galera al socorro de Mahón, contra catalanes", aliviaron vuestro calvario.
Mal les fue la aventura a los catalanes, pues Valencia y Mallorca eran reinos organizados, hasta el punto de que hubieran podido conquistar Cataluña de habérselo propuesto. Así y todo, "las compañías de Mallorca hicieron cruel guerra en los montes de Gerona contra los catalanes" (C. M. p.178), y los valencianos caballeros de Montesa enrojecieron el Ebro con sangre catalana (Diet. del Capellá). Erais agradecidos, y os faltó tiempo para ayudarnos cuando la Germanía. El pelaire mallorquín Crespí, en 1520, escribía a Guillén Sorolla para "ofrecer vida y bienes; y que la Germanía de Mallorca se organizaba a imitación de la de Valencia, de donde tomarían sus instrucciones". De este modo se enfrentaron al imperio de Carlos V los reinos de Valencia y Mallorca, teniendo sus heroicos jefes el mismo final: "Hicieron cuartos de todos y pusieron sus cabezas en lugares patentes, según se había hecho en Valencia". Las tropas catalanas de Oliver, aliadas de la nobleza castellana, degollaron a los plebeyos valencianos en Almenara, y los quintales de plomo para las balas que rindieron Mallorca los vendió Barcelona a buen precio.
Estoy contemplando una reproducción del Gran Mapamundi de la Biblioteca Estense de Módena, pintado por judíos mallorquines coetáneos de las luchas de Valencia y Mallorca contra Cataluña, y en los comentarios del editor actual aparece como obra catalana. Es increíble, pero la asombrosa producción de portulanos mallorquines -sin parangón en la historia cartográfica medieval- se la ha apropiado Cataluña gracias a que los historiadores barceloneses -desde el siglo XIX- etiquetaron como catalanas a estas joyas que son exclusivamente mallorquinas.
Os han quitado todo, desde Ramón Llull a la colonización mallorquina que Junípero Serra realizó en California; las misiones de San Diego, San Antonio de Padua, San Gabriel y San Luis son ahora de raíz catalana. Os han quitado todo, desde el título de Reino hasta el idioma. En 1521 el Blanquerna era traducido a la "llengua valenciana", y es que vuestro Llull -que jamás se consideró catalán- escribía en árabe, latín y un romance mallorquín que, por sus arcaísmos, requería ser traducido a los valencianos. Ahora, tan "normalizados" estáis que quizá no os ofenda que Umberto Eco escriba: "Ramón Llull, catalán nacido en Mallorca" ("La búsqueda de la lengua perfecta", p.55).
Estoy tratando de leer la "Rondaya de rondayes" (con y griega) escrita en lengua mallorquina por Tomás Aguiló en 1815, a imitación de la Rondalla valenciana de Luis Galiana. Me cuesta mucho su comprensión, más que el gallego; en cada página tropiezo con verbos, preposiciones, sustantivos, adverbios y adjetivos distintos total o parcialmente a los de la lengua valenciana y, creo, a los de la jerga del Institut d´Estudis Catalans. Así, al azar, leo: "hei, betrà, ho duit, se mà, morigueran, s´escuma, tarabella, emb, arade devant es bòu", etc... Deduzco que los filólogos del IEC han cosechado caprichosamente los vocablos que les placía de vuestro léxico y tras maquillarlos morfológicamente, estarán engordando el Gran Berta, o Gran Diccionario del Institut d´Estudis Catalans. Supongo que os habrán dicho que sólo es perfecto el léxico y gramática del Institut d´Estudis Catalans. También sospecho que la inmersión ha sembrado odio en Ibiza y Mahón contra Palma de Mallorca (aquí lo hacen en Castellón y Alicante contra Valencia).
Acabo con una línea en el mallorquín de 1815 y que, sinceramente, me cuesta entender: "S´allòta l´entretant feya es santo baxo emb una care" (Rondaya, p.19). Esto no es valenciano, ni tampoco catalán: es idioma mallorquín. No sé si quedaréis muchos defendiendo la independencia cultural mallorquina; pero, igual que ocurrió en el siglo XV, aquí tenéis a vuestros aliados del Reino de Valencia.
Articul publicat en el periodic "Las Provincias", el 15 de març de 1998.