Editorial de La Linterna (5.11.2004)

Per César Vidal

Corría el mes de agosto del año 1250 cuando los moros de Uxó, en Valencia, recibieron una Carta Puebla que estaba firmada, y cito textualmente, por "lo Rei d´Aragó, de Mallorques, de Valencia e comte de Barcelona e d´Urgell e senyor de Montpesler".

El documento reviste una enorme importancia porque en él se puede apreciar con facilidad la existencia de una lengua valenciana bien distinta de la catalana, que aparece en otros documentos de la época, y esto a sólo una docena de años de la reconquista de Valencia por Jaime I el Conquistador.

Cuando se analizan los dos tipos de documentos, esta carta puebla de Uxó y al mismo tiempo otros documentos en catalán de la época, y se hace sin prejuicios, sin sectarismos, sin fanatismos, se encuentran elementos muy diferentes típicos del catalán actual y también del valenciano actual. Es cierto que ambas lenguas tienen similitudes y es lógico que así sea dada su cercanía geográfica, pero el catalán aparece ya como una lengua mucho más cercana al provenzal que al valenciano. Tan es así, que el trovador Vidal de Besalú manifestaba que lo que en Cataluña se hablaba en realidad era el provenzal.

Todo es lógico, porque en la Valencia reconquistada en 1238 por el rey de Aragón Jaime I el Conquistador ya se hablaba una lengua romance, el valenciano, que no fue traída precisamente por los escasos soldados catalanes que acompañaron al monarca. Catalanes que, dicho sea de paso, tampoco se asentaron en los lugares donde se hablaba el valenciano.

El valenciano experimentó un verdadero renacimiento literario cuando el catalán apenas balbucía sus primeros escritos y produjo obras extraordinarias como el Tirant lo Blanch, que como el propio Martorell escribía en su prólogo, estaba escrito en lengua valenciana.

Por supuesto, nadie negó esta realidad durante siglos; siglos en los que gracias a Dios el nacionalismo catalán todavía no había nacido. De hecho, Gregorio Genovar, canónigo de la catedral de Mallorca, ya bien entrado el siglo XVI se quejaba de que la novela Blanquerna, obra del mallorquín Raimundo Lulio, no hubiera sido traducida a lo que él llamaba "la lengua más culta de las lenguas romances de Occidente", es decir, el valenciano. La traducción a esta lengua vería la luz en Valencia en 1552, y en su prólogo se indica, y cito textualmente, "que ha sido dado a la prensa en lengua valenciana". Por supuesto, esto no se trata de una excepción.

Salvador de Madariaga decía por ejemplo: "La lengua valenciana difiere lo bastante de la catalana para poder permitirse gramática y vocabulario propios."

Azorín señalaba: "El valenciano tiene su medida y su sabor. La concisión del valenciano se ve cuando se compara texto con texto con otro idioma."

El Padre Fullana, en su discurso de ingreso en la Real Academia Española, aseveraba "la existencia independiente del valenciano como lengua que no es, como dicen algunos, una variante del catalán".

E incluso Pi i Margall, catalán, federalista, no dudaba en escribir: "Subsiste en España no sólo la diversidad de leyes, sino también de idiomas. Se habla todavía en gallego, en bable, en vasco, en catalán, en mallorquín y en valenciano."

Esta verdad innegable ha intentado ser ocultada en las últimas décadas por los nacionalistas catalanes, con la ayuda inestimable de la izquierda. Mediante un gasto escandaloso, que se ha granjeado voluntades, y que ha intentado atropellar, laminar y exterminar el valenciano como lengua distinta, el nacionalismo catalán se ha permitido la altiva desfachatez de querer imponer incluso sus reglas gramaticales en otra lengua. Y hoy en día, en no pocos lugares del Reino de Valencia, reducido por la izquierda catalana a "País Valencià", a los niños valencianos se les corrige a la catalana y, por ejemplo, les tachan el valenciano "aixina" para cambiárselo por el "així" catalán, o incluso en los centros docentes les obligan a llevar a clase diccionarios catalán-castellano para aprender valenciano.

El catalán es una lengua española, y como todas las lenguas españolas es hermosa, es secular, es sonora, pero no es el valenciano. Y éste, por su peculiaridad, por su precedencia cronológica y literaria, por su enorme legado histórico, merece un respeto, un cuidado, incluso un mimo, que el señor Rodríguez Zapatero, sometido absolutamente a los caprichos de Maragall y del tripartito nacionalsocialista que gobierna en Cataluña, le niega.

La última prueba la hemos tenido hace unas horas cuando se ha atrevido a decir que el catalán y el valenciano eran una sola lengua. Que daba lo mismo los ejemplares que hubieran llegado de la Constitución en otras lenguas españolas distintas del castellano, porque a fin de cuentas el catalán y el valenciano no se diferenciaban. Y ese mimo, ese respeto, ese cuidado que merece el valenciano, se lo niega de la misma manera que le niega el agua que hubiera llegado a las huertas valencianas gracias a un Plan Hidrológico Nacional que el señor Rodríguez Zapatero se ha permitido aniquilar.

Y es que a Rodríguez Zapatero le sobra altivez pero le faltan principios firmes, principios firmes que se manifiesten, por ejemplo, en defender a todas las CC.AA. sin preferir a unas sobre otras, que se manifieste, por ejemplo, en buscar el bien común por encima de sus intereses partidistas, que se manifieste, por ejemplo, en hacer valer todas y cada una de las culturas regionales en el contexto de una España unida y orgullosa de si misma.

Precisamente porque carece de principios firmes, al final siempre cede ante el que amenaza, ya sea el Carod Rovira que se entrevistó con ETA en Perpignan para desestabilizar España, ya sea el Ibarreche que, gracias precisamente al Sr. Rodríguez Zapatero, podrá celebrar su referendum separatista o ya sea el Maragall que amenazó con querellarse con el Sr. Rodríguez Zapatero, por llevar ante la UE un texto de la Constitución en valenciano.

Más le valiera al Sr. Maragall que, en vez de dilapidar el dinero de los contribuyentes enviando a su agentes catalanistas a Valencia y a Baleares y financiando una selección de hockey catalana, que se preocupara de gestionar una sanidad escandalosamente deficitaria que al final, vamos a tener que pagar el resto de los españoles.

No se percata, no quiere ver el Sr. Rodríguez Zapatero, que con su política de sumisión a los nacionalismos, solo está turbando esta casa común, milenaria y gloriosa, esa gran nación que es España. Y hace mal porque como dice el libro bíblico de los Proverbios en su Capítulo XI, Versículo 29: "El que turba su casa tan solo heredará el viento".  

cites

No es el catala una llengua romanica que sempre haja estat entre les llengües en personalitat propia: tot lo contrari, era considerat com una varietat dialectal de la llengua provençal, i nomes des de fa relativament poc, ha mereixcut la categoria de llengua neollatina independent
A. Badia Margarit

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