Por encima de los vaivenes habituales de la política autonómica y de situaciones coyunturales mas o menos desgraciadas –mas que menos- sobresale una cuestión que está pasando inadvertida a una parte de la sociedad valenciana: la reforma del Estatuto de Autonomía, reforma que se nos ha presentado como avance real y auténtica “mejora”. Sin embargo nada mas lejos de la realidad.
El uno de julio de 1982 la Comunidad Valenciana obtenía después de mas de dos siglos el reintegro de sus derechos forales en su versión moderna de Estatuto de Autonomía. Para conseguirlo el pueblo valenciano tuvo que mantener una dura lucha contra el proceso de catalanización que, minuciosamente preparado, se disparó en todos los niveles sociales. Al fin tras un lustro de contienda, salieron adelante la razón y la justicia. En él, entre otros muchos aspectos, se reconocía la personalidad histórica del pueblo valenciano representada fundamentalmente por los llamados signos de identidad: denominación, bandera, lengua e himno, y, aunque el primero no respondía exactamente a lo procedente, que era Reino de Valencia, fue posteriormente corregido y de alguna manera el actual de Comunidad Valenciana, aunque no nos satisface plenamente, es mejor que el anterior, ya que al menos no falta a la verdad y nos distingue de otras autonomías.
Parecía pues que echábamos a andar con ilusión y esperanza el nuevo camino, con amplia capacidad ya para construirnos con cierta holgura el futuro que nosotros quisiéramos. Pero no. La ambición, y la avaricia desmedida de lado de los catalanistas y la deslealtad y la ignorancia por el lado de nuestros gobernantes, no lo permitieron. Al contrario, arreció el proceso de catalanización por la vía de la lengua. Se buscaron mil triquiñuelas y mentiras para con la utilización del sofisma y la retorsión insidiosa tratar de llegar a unir las lenguas valenciana y catalana en beneficio de esta última para, en un proceso evolutivo ir privando en primer lugar a la primera de su nombre para terminar en lo que hoy ya tienen casi conseguido al menos en apariencia: la desaparición oficial a corto plazo de la lengua valenciana absorbida por el catalán.
A lo largo de estos años se ha venido imprimiendo mayor énfasis y rapidez al proceso. Colegios, universidades, el Diario Oficial de la Generalitat Valenciana, impresos, anuncios, publicaciones, libros, hasta los carteles de los autobuses y los impresos de multas de tráfico han ido llenándose del léxico catalanizante impregnando el habla de la tierra. Contra esta situación ha luchado y lucha la sociedad valenciana en desigualdad de condiciones. Hasta tiempos recientes esa resistencia del pueblo tenia grandes posibilidades. Había, en efecto, la posibilidad de llegar a un punto de coexistencia de dos lenguajes: el valenciano y el artificioso mezclote que la gente llama despectivamente “polaco”, “cataval”, “tarariro”, etc, etc. Es lo que sucede hoy; una gran parte de los estudiantes aprenden el valenciano catalanizado suficiente para aprobar y olvidarlo después. Pero con la forzada reforma que se han inventado los dos partidos mayoritarios han apretado el nudo que ahoga a este pueblo poniéndole las cosas mas difíciles.
Dos son los puntos clave que el PSOE y el PP han introducido en su afán catalanizador: 1º, Así como en el Estatuto de 1.982 se dice textualmente en su artículo séptimo que las dos lenguas oficiales de la Comunidad Autónoma son el valenciano y el castellano: “Todos tienen derecho a conocerlos y usarlos”, en la reforma se dice: “La lengua oficial de la Comunidad Autónoma es el valenciano...”, dejando el casgtellano en otro párrafo, también con carácter oficial pero rompiendo la igualdad anterior. El nuevo artículo es copia casi exacta el Estatuto de Cataluña.
El punto 2º es nada menos que la institucionalización de la llamada Academia Valenciana de la Lengua (que no de la Lengua Valenciana), es decir, para que todos lo entiendan, introducir esta Academia en el Estatuto, atribuyéndole toda la autoridad en cuestiones de lengua y reforzándola con toda intención mediante el sistema de mayoría cualificada de dos tercios necesaria para cualquier tema o cambio referente a este campo. O sea, que con ello el PP y el PSOE han quedado de acuerdo forzando aún mas la pretendida unidad de las dos lenguas.
En resumen, que el catalanismo de hoy ha podido mas que Felipe V en la batalla de Almansa. Sin mover un solo soldado ni un solo cañón, con la colaboración del partido socialista y la acción directa del Partido Popular, en el poder desde hace años, se ha ocasionado a la Comunidad Valenciana un daño enorme porque en 1.707 el pueblo podía seguir expresándose en su lengua, pero ahora, en pleno siglo XXI, en lo que se dice ser un estado de derecho, libertad y democracia, se le ponen muchas dificultades. El Partido Popular, creando una atmósfera asfixiante en la enseñanza, ha resultado mas catalanista que el propio Pujol y le ha servido en bandeja la perla de nuestra identidad: la lengua. Por medio de dos reuniones, siempre en Cataluña, una de Zaplana y otra reciente de González Pons, el Partido Popular faltando a su programa, a sus manifestaciones de valencianidad y lo que es mas grave, faltando a sus juramentos de fidelidad a la Comunidad está dejando inerme a la sociedad valenciana. En su ciego compromiso con Cataluña nos deja ante la amenaza de las puntas del iceberg que se llaman “arco mediterráneo”, “eurorregion” o “países catalanes”.
Nos hallamos pues ante un hecho insólito: que un pueblo sea entregado por sus propios gobernantes y que estos hagan oídos sordos a las repetidas y muchas veces angustiosas protestas. Inútiles han sido todas las solicitudes y advertencias así como los innumerables artículos (jamás contestados porque no podían serlo) de Ricardo García Moya y las numerosas manifestaciones de la ciudadanía, y no trate el amigo lector de ir a protestar al colegio de su hijo porque le niegan la línea en castellano para precisamente embutirle al valenciano – catalán porque tampoco le harán caso. Las leyes, incluidos el Estatuto y la Constitución, no valen para nada . Se violan y ya está. El comisario político de turno, entiéndase el inspector de la Consellería o el profesor del coco comido, seglar o religioso, le cerrará todos los caminos excepto uno que no tienen empacho en llamar inmersión, palabra que lo expresa todo. Mediante métodos auténticamente fascistas y dictatoriales ellos han de cumplir sobre todo las directrices de la Consellería, que es la voluntad del presidente Camps y de todo el Partido Popular, que siempre ha venido presumiendo de españolidad y ahora, ante la actitud de una Cataluña, que apunta a la independencia mediante sus pasos calculados, actúa con doblez, atacando el estatuto catalán por antiespañol pero no por antivalenciano, entregándole así tácitamente a esa Cataluña antiespañola y negadora de todo lo valenciano una parte de España, el Reino de Valencia.
Confirmación recentísima de cuanto antecede son las manifestaciones de Rodríguez Zapatero que auguran concesiones lingüísticas a cambio de rectificar determinados extremos del estatuto catalán. ¿A cargo de Valencia?. Pronto saldremos de dudas si les aprueban la ley de Cooficialidad de las Lenguas. El Reino de Valencia, una vez más, puede ser moneda de cambio y ello no le importa nada al Partido Popular.